La zona gris: la vergüenza del superviviente 

Sobre [parte de] el dolor invisible que afecta a las personas que presencian el maltrato. 

Cuando, en 1945, las tropas soviéticas liberaron el campo de exterminio de Auschwitz, encontraron un montón de cadáveres. La mayor parte de ellos estaban muertos, cremados o en diferentes estadios de descomposición; pero otros, unos 7600, podían caminar y hablar con sus rescatadores.

Tras la liberación, algunos, regresaron a sus casas. Otros, buscaron refugio en otros lugares. Se asentaron y, quizás, formaron una familia.

Pocos volvieron a la vida.

Uno de estos cadáveres era Primo Levi, quién en 1947 publicó uno de los libros más perturbadores que conozco: Si esto es un hombre.

Primo Levi fue detenido a principios del año 1944 por la policía italiana, porque formaba parte de un grupo que difundía propaganda antifascista. Inmediatamente, fue enviado a Auchwitz, donde recibió el trato que los nazis daban a los sujetos objeto de exterminio.

Pero él sobrevivió.

Y aunque sobrevivió y fue víctima de incontables abusos y torturas, siempre negó su condición de víctima.

Porque él, sobre todo, sentía una inmensa VERGÜENZA.

Las únicas víctimas de Auchwitz son los muertos —diría—; nosotros, los supervivientes, tenemos que cargar con el peso de estar vivos porque, para lograrlo, tuvimos que hacer cosas horribles.

Los campos de concentración nazis tenían una estructura de poder muy inteligente, que liberaba a los mandos y a las SS del trabajo sucio.

Por un lado, estaban los jerarcas nazis, como Adolf Eichmann. Ellos tomaban las decisiones y organizaban el exterminio, pero sin mancharse las manos. Por otro lado, estaban las fuerzas armadas —muchas veces de las SS—, que se encargaban de ejecutar las órdenes y velar porque todo funcionará como es debido.

Para la jefatura nazi era importante descargar a estas fuerzas de élite del peso de la matanza. Porque, por muy fanáticos que fueran y por muy curtidos que estuvieran en el ejercicio de violencia, las matanzas indiscriminadas en primera persona, pasaban factura a la moral de las tropas.

En un tercer plano, quedaban los presos.

Entre ellos, también existía una jerarquía. Estaban los internos ordinarios, que recibían todos los palos, y que duraban con vida poco tiempo; pero también estaban los llamados kapos, que eran los internos que —supuestamente— tenían el favor de los nazis, a cambio de controlar y someter con la violencia a sus semejantes.

Eran especialmente crueles.

Imagino que por muchas razones. Tenían cierta esperanza de sobrevivir ganándose el favor de sus captores. Esto los hacía ser especialmente violentos en un intento de ser piezas útiles en el juego y durar vivos más que el resto.

 Una zona negra, una blanca y una gris. Los nazis, las víctimas y los kapos, que eran los únicos que luchaban a ciegas porque sentían cierta esperanza.

Algunos sobrevivieron.

Y tuvieron que vivir con eso. Con estar vivos, a costa de víctimas y héroes, que estaban muertos pero no se habían quebrado en el camino.

 «Los que sobrevivimos somos CULPABLES

Pero lo fueron en una situación límite, en la que su esencia humana fue doblegada.

Este relato puede parecer ajeno a nuestra experiencia diaria, ¿verdad? Sin embargo, no está muy lejos de realidades que todas y todos vivimos.

No hace falta vivir en un campo de concentración, en presencia de la muerte, para pasar a esa ZONA GRIS en la que la víctima se convierte en verdugo.

Se puede pasar distraídamente, casi sin caer en la cuenta.

Por ejemplo, en situaciones de acoso laboral, que son mucho más frecuentes de lo que parece. Suele haber uno o varios acosadores que aíslan, señalan, y atacan a una determinada persona. También hay una o varias víctimas, que son quienes reciben el maltrato. Esto genera un estado emocional caracterizado por el MIEDO, que obliga a los testigos del maltrato a “elegir” —nótense las comillas— en qué bando van a militar.

Si se sitúan al lado de la víctima, estarán expuestos a recibir el mismo daño que esa persona. Pero si optan por entrar en la ZONA GRIS para protegerse, ejerciendo cierto nivel de maltrato —por acción u omisión— ocurrirán una serie de procesos que QUEBRARÁN su esencia más humana.

Lo primero es que, en el contexto donde se produce el maltrato, se sentirán profundamente aislados, sin un grupo humano en el que refugiarse. No pueden refugiarse entre las y los maltratadores, porque tienen miedo a sufrir un daño; ni mucho menos en sus compañeros de la zona gris, a quienes desprecian como lo hacen consigo mismos. Y tampoco recurrirán a las víctimas, porque se sienten indignos de su atención y cuidados y, para colmo, sienten su distancia y su desprecio. Esto dispara más si cabe, el peligro sentido, y la predisposición a sostener las estrategias protectoras asociadas a esa realidad y contexto: la violencia contra los más débiles.

La situación lleva a un callejón sin salida, porque estos kapos —esta vez, sin campo de concentración— se encuentran en una situación de no salida. Porque si cambian de bando y optan por acercarse a las víctimas serán procesados y condenados como traidores, y recibirán la máxima pena por parte de los maltratadores. Pero si permanecen en el mismo lugar, maltratando por acción u omisión a personas que no lo merecen, se convertirán en enemigos de sí mismos, a través del odio auto infligido que significan la culpa y la vergüenza.

Es un drama invisible, porque la atención del mundo se sitúa en los acosadores y las víctimas sufrientes. Olvidando este dolor que se sufre en silencio.

Los de la ZONA GRIS vivirán, entonces, un doble repudio. El de su comunidad, o grupo de referencia; y el de ellas y ellos mismos; reprimiendo o disociando la parte que más humanos les hace, con tal de permanecer vivos.

Aunque no están claras las circunstancias de su muerte, no me resultaría extraño que Primo Levi se acabará suicidando.

Como lo hacen muchos niños, niñas, adolescentes y adultos que han sido vulnerados, entre otras cosas, por la presión y el dolor que supone vivir con la vergüenza y la culpa de ser un superviviente.

Sin embargo, Primo Levi tuvo el coraje de dedicar el resto de su vida a contarlo. A hablar de su vergüenza por ser un superviviente.

Y nosotros, que trabajamos con personas vulneradas, tenemos la responsabilidad de rescatar este relato. Convertir el dolor que lo sostuvo, en bienestar para las personas a quienes acompañamos.

Porque, a fin de cuentas, quien sigue sufriendo es porque, en el fondo y a pesar de las circunstancias, nunca renunció esa esencia ética y humana.

Por mucho mal que hiciera, no consiguieron quebrarlo.


Y tú ¿has estado en la zona gris?

¿Cómo se vive la vida desde entonces?


La idea del trauma que afecta a las personas de la ZONA GRIS, tiene importantes consecuencias para el estudio de episodios de acoso laboral, escolar, familiar, y de otros contextos; así como para el diseño de programas de prevención o tratamiento.

Porque una persona QUEBRADA difícilmente conectará con un imperativo moral, al desencadenar ello un fuerte sentimiento de vergüenza o culpa. Previamente sería necesario explicitar y mejorar la relación de las personas con esas partes protectoras, entre otras razones, porque si DUELEN es porque —como a Primo Leví— siguen en contacto con su parte más humana.

Vale. Ahora que lo hemos visto, ¿qué hacemos con esto?

Referencias: 

Conferencia sobre "Los maestros del pensamiento", impartida por Tomás Abraham, acerca de Primo Levi.

BARUDY, J. (1998). El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato familiar. Barcelona: Paidós Ibérica

CYRULNIK. B. (2003). El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa

GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. 

PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria

SCHWARTZ, R.C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Barcelona: Eleftheria

WHITE, M. y EPSON, D. (1990). Medios Narrativos para fines terapéuticos. México: Paidós

LEVI, P (1947). Si esto es un hombre. Barcelona: Ediciones Península

En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

 

10 comentarios en “La zona gris: la vergüenza del superviviente 

  1. Me admira tu sensibilidad y me resulta muy hipócrita cómo se ha percibido por parte de algunos a los supervivientes de los campos ¿Qué haría cada uno de nosotros en una situación de supervivencia extrema y bajo condiciones degradantes? Nadie que no haya pasado por ahí puede responder honradamente a esto…..con los maltratos familiares pasa algo similiar…gracias!!!

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  2. Anónimo

    Mi primera idea era hacer esta reflexión en el Facebook, pero como es, queramos o no, más público que el blog, uso esto como filtro, porque quizás sea un tema peliagudo el que propongo y, aunque lo hago con todo el respeto del mundo, soy consciente de que puede herir.

    Cuando he leído el artículo, muy bueno como siempre, en seguida me ha venido a la cabeza la gente que padece episodios psicóticos dentro de la familia. Me apoyo en Linares para explicar un poco esta reflexión.

    Mi visión de la psicosis no es nada biologicista, por eso, como Linares dice, la veo como un maltrato psicológico involuntario, que la persona recibe, por relaciones disfuncionales, dentro del núcleo familiar y que llevan a la desconfirmación, a la anulación o no creación de la identidad de una persona. Cuando esto se da, para yo entender ese proceso lo veo como una personalidad que delira para tratar de salir de esa situación de desconfirmación por encima de la persona anulada que es en realidad. Así, a veces sucede que eso delirios hacen que el causante de esa desconfirmación se vea como un enemigo real, alguien al que nadie me puede decir que no puede atacar, ejemplo: el demonio. Todo el mundo celebrará que acabe con él, por tanto lo mata. Sin embargo, ese demonio puede ser el padre o la madre, por ejemplo. Por lo que una persona que era una pobrecita discapacitada, incluso con un cierto retraso (imagen que socialmente se le atribuye a la persona que padece un trastorno mental grave) se convierte en asesina, pasa de la zona blanca a una zona gris, tirando a negra, cuando en realidad lo único que hizo su cabeza fue cambiar la percepción para poder tratar de salir de una situación de «no existencia».
    El resto de su vida sufrirá las consecuencias penales y la vergüenza (el contacto con la realidad está en la inmensa mayoría de los casos) por haber matado a quien socialmente se ve como protector o protectora, sin tener en cuenta el proceso vivido porque el paradigma de la salud mental hoy no acepta la psicosis como el final de un proceso de maltrato psicológico involuntario. Además, no puede verbalizar este proceso porque nadie aceptaría esta versión pública, nadie aceptaría el perdón de una persona que ha matado o intentado matar a un progenitor en una crisis psicótica.

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  3. Hola Gorka. Sin preámbulos te digo: no lo acabo de ver, la similitud Primo Levi y Acoso laboral.
    Me partiste en dos. ¿Cómo lo veo? Vayamos por partes como nos enseñó Jack the Ripper 😛

    1) Primo Levi (y los que estuvieron en su situación) fueron víctimas (aunque claramente no lo entienden, escapa al entendimiento), de eso no hay duda. Les provocaron una debilidad física y moral, una deshumanización y miedo que consiguió reducir a la mínima expresión la dignidad humana. Que ellos no se puedan ver como víctimas porque participaron sin escapatoria, solo indica lo perverso que fue el maltrato que recibieron. Como cuando vemos a esos niños soldados en lugares de África, que les ponen ante el dilema de disparar a su hermano o hacer otra cosa igual de terrible, y como les hacen elegir en algo tan perverso (hagan lo que hagan es terrible humanamente hablando), decidan lo que decidan van a hacer que participen en su propia deshumanización. Les hacen utilizar «la elección» para destruirles, al participar de algo así. Es perverso hasta decir …no hay palabras.

    2) Mobbing o acoso laboral. Así hablando en general, no de un caso concreto que pueda tener connotaciones atroces, sino un acoso laboral con los roles que se dan. Ni punto de comparación (perdona por decir algo así tan tajante, quiero expresar lo que sentí en la comparación Primo Levi-acoso laboral, me levantaste de la silla con la comparación). Siempre generalizar tienes sus errores, pero tanto en acoso laboral como en acoso escolar, hay quien dice (Silvana Giachero, Iñaki Piñuel, si me preguntas ahora en qué libro o artículo pues no me acuerdo) que si alguien apoya a la víctima principal, se rompe la dinámica. No en todos, pero en muchos casos el que lidera ese proceso de maltrato, tiene la fuerza de la masa, si la masa se divide pierde fuerza.
    ¿Qué pasa?, opino que muchas veces es un no saber cómo ponerse de parte.
    Te cuento una experiencia que conozco. Sufrió un acoso laboral de libro, al que no le faltó de na. Pero de na. Una compañera entró en su despacho y le dijo, «te voy a contar un secreto con el que me juego mi trabajo, pero en conciencia te lo tengo que decir: te están haciendo esto, y a nosotros nos dicen explícita y a veces implícitamente que hagamos esto, y te digamos esto otro que no es verdad, y te enviemos documentos erróneos, y etc.etc.» y en fin…lo que viene siendo un acoso laboral. Esta compañera, de alguna manera, le sacó de la confusión, que es algo muy característico del proceso, porque no suele tener ni idea de lo que está pasando, y hasta duda de sí mismo. Otro compañero, un año después de aquella locura, necesitó desahogarse con él, contándole por qué hizo lo que hizo, por qué fue falso (en palabras de él), qué le llevó a apoyar aquello. Él sabía que estaba eligiendo dañar a alguien para no perder privilegios ( sabía que tenía como opción «no obedecer», «irse del trabajo», «contarle lo que estaba ocurriendo tras bambalinas para mitigar el daño») pero no la tomó en aquel momento. La tomó después, y le ayudó a entender lo que había pasado y le dio la oportunidad de agradecerle aquella confesión esclarecedora, que mitigaba su dolor y confusión (de la víctima principal). Había elección, y lucha interna por descontado. Pero no había un proceso de deshumanización. Son culpabilidades distintas, vergüenzas distintas, el control que se tiene es distinto.

    La cosa es que me encanta tu blog, y aunque esta entrada concretamente no la vea, el hecho de que lo hayas planteado y nos hagas darle la vuelta a todo: te lo agradezco enormemente.

    Voy a darle a enviar antes de que me arrepienta del todo….3….2..

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    1. Hola Lourdes,

      Te agradezco mucho tu comentario.

      Lo he leído detenidamente, y creo que puedes tener mucha razón. De hecho, no encuentro ninguna brecha en tus argumentos.

      Más allá de que esté en lo cierto o no, me alegra que el texto te haya hecho reflexionar, porque este blog no pretende en ningún caso sentár cátedra, sino servir para estimular la curiosidad y la reflexión.

      Gracias por tu atención, tu aportación y tu mirada.

      Un saludo.

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