No te obligo: te ayudo porque hacerlo sola cuesta mucho 

Muchas veces entramos en una lucha de poder con nuestras hijas e hijos, cuando sólo necesitan nuestra ayuda, conexión y cariño. Un ejemplo.

—Ven, Amara, que nos marchamos —dije, con pocas esperanzas.

Mi hija, de ahora 15 meses, siguió jugando en un charco, poniéndose perdida de agua.

—Ven —repetí, intentando transmitir autoridad.

Se dio la vuelta y se dirigió en sentido contrario.

Le di unos minutos, a ver si venía. Pero nada.

—Oye, Amara, ven. Que nos vamos a casa —repetí, y el cabreo ya se me notaba.

Ni caso.

Pensé que ése no era el camino. Que mi actitud no ayudaba a que sintiera ganas de irse conmigo a ninguna parte. Así que respiré, me integré un poquito, y traté de ponerme en su lugar.

Cuando sentí que lo había logrado, caminé hacia ella.

Al llegar a su lado, me puse en cuclillas y le miré con cariño a los ojos.

—Es que te lo estás pasando fenomenal ¿verdad? —le dije—. Yo lo veo.

Estoy seguro que notó el cambio en mi voz, porque me fijó la mirada.

—Has estado jugando con el agua del tobogán —dije, señalándolo—, y luego te has metido en el agujero. También hemos hecho este recorrido, que es la pera; y has saltado todos los obstáculos, din sentir casi nada de miedo.

Mientras le hablaba, iba señalando cada uno de los elementos. Ella los señalaba también, mostrando que estábamos conectados.

—Además, se nos está haciendo muy corto este paseo —continué—. Parece que acabamos de salir de casa ¿no es así? Pero seguro que además de querer estar aquí, también tienes mucha hambre. Yo creo que te apetece un poco comer la cena que está preparando Amatxu.

Me estaba escuchando.

—Mira, como sé que cuesta mucho irse de un sitio que mola —le propuse —, te voy a ayudar cogiéndote en brazos ¿me dejas?

Abrió los brazos.

—Vamos a ir hacia arriba —señalé—, ¿te acuerdas de lo que hay tras la esquina? Te lo digo yo: ¡La furgoneta del osete!

Se vino encantada.


Sé que Amara, con 15 meses, es incapaz de entender este discurso. Pero a mí, como adulto, me recuerda mi capacidad y el deseo de tratarla bien. Y eso sí que se nota.

Lo que más difícil me resulta de ser padre es regularme a mí mismo; y haga o no lo que yo quiero, tengo claro que quiero que me perciba en calma y tranquilo.

Ella no merece cargar con mis partes protectoras. Sé lo que pesan y cómo estorban en el camino.


Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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