Ayúdale a conocerse a sí mismo con nuestro cuento «El Reino de la Fortaleza»

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«El Reino de la Fortaleza» es un cuento para niños y niñas de entre 6 y 12 años, con el que podréis ayudar a vuestros hijos o hijas a que conozcan y acepten mejor sus posibilidades y limitaciones. Qué mejor lugar que al calorcito, en compañía de Aita o Ama, y bien abrigados con una buena mantita.

Era un día muy importante en el Reino de la Fortaleza porque Mario, el príncipe, cumplía por fin 10 años. Llevaba toda su vida esperando ese momento ya que, según la tradición familiar, sólo en ese momento podría abrir la puerta que se encontraba al final del pasillo del segundo piso y descubrir lo que se encontraba tras ella. Por eso no podía estar más nervioso cuando abrió los ojos y vio entrar el primer rayo de sol por su ventana. Enseguida se incorporó en la cama, se puso las zapatillas y la bata de seda azul y bajó las escaleras hasta el gran comedor donde, como cada día, el rey desayunaba mientras era puesto al día de todo lo que ocurría en el reino.

Mario se acercó rápidamente a su padre. El rey sonrió a su hijo y le felicitó, mientras pedía a los criados que trajeran su desayuno especial. Mario declinó la comida y le pidió a su padre: “Papá, llevo 10 años esperando que llegara el día y no puedo esperar más, ¿podemos ir a la habitación del final del pasillo?” El rey hizo un gesto de asentimiento y se levantó, colocando una mano sobre el hombro de su hijo mientras ambos caminaban por el largo pasillo. Cuando llegaron junto a la puerta, Mario tenía el corazón como un caballo desbocado, le latía con mucha fuerza. Era una mezcla entre curiosidad e impaciencia. Su padre introdujo una gran llave en la cerradura y la hizo girar. La puerta cedió en ese momento y el rey, dando un pequeño empujón a su hijo, le animó a entrar.

Una vez dentro el rey se acercó a la ventana y abrió los grandes cortinones para dejar entrar la luz. Mario miró nervioso a su alrededor y seguido se giró hacia su padre con cara de asombro, pidiendo una explicación por lo que estaba viendo. El rey comenzó a hablar:

  • Hijo, todo el mundo piensa que lo más importante para ser un buen rey es tener fortaleza para vencer cualquier adversidad y a los enemigos a los que pudiera tener que enfrentarse, y en cierta medida tienen razón, pero se confunden en qué es lo que nos hace fuertes.
  • No entiendo padre, ¿qué tiene eso que ver con estos dos espejos?.

Eso era exactamente lo que Mario vio al entrar en aquel cuarto. Dos grandes espejos que ocupaban gran parte de la estancia, uno situado a la derecha y otro a la izquierda de donde ellos se encontraban en mitad de la sala.

  • Lo que nos hace fuertes Mario, es conocernos a nosotros mismos, saber cuáles son nuestras capacidades para gobernar y nuestras debilidades, para poder buscar rodearnos de quienes nos puedan ayudar. Un rey nunca puede ser un buen rey si no es capaz de mirar en su interior y adaptar su reinado a cómo es. Por eso hijo, tú no gobernarás como lo he hecho yo, igual que yo goberné diferente a como gobernó mi padre. Estos espejos son mágicos y especiales y te ayudarán a conocerte. Así pues, si te miras en el espejo de la izquierda verás tus mejores rasgos claramente. En cambio, en el espejo de la derecha verás aquello en lo que no eres tan bueno y donde te sientes más inseguro. Hoy cumples 10 años y en unos años tú serás el rey, tienes tiempo para prepararte. Puedes venir y mirarte siempre que quieras, pero ten claro que conocerse no será fácil, ya que a veces vas a descubrir cosas que no te gusten de ti mismo, pero forma parte de tu fortalecimiento. Adelante hijo, ese es mi regalo para ti y, aunque ahora no lo entiendas, no podía hacerte un regalo más útil. Estaré siempre a tu lado para ayudarte cuando me necesites.

Tras esto el rey besó a su hijo en la frente y salió de la habitación. Mario se quedó allí clavado sin moverse durante mucho tiempo. Estaba decepcionado con el regalo y además era incapaz de decidir si quería mirarse o no y, si lo hacía, qué quería ver primero, lo bueno o lo malo. ¿Por qué su padre le regalaba eso? Con lo tranquilo que él estaba. Además, él ya sabía quién era.

Pero la curiosidad podía con él así que, finalmente, decidió mirarse primero en el espejo de la izquierda, en el que podía ver aquello que se le daba bien. Se acercó lentamente, colocándose  a dos pasos frente al espejo. Apenas un segundo después algo salió del cuadro, le agarró de la mano y tiró de él, introduciéndole en el espejo. Mario aturdido miró a su alrededor y enseguida pudo ver un pequeño ser que apenas levantaba un palmo del suelo. Mario sólo alcanzó a preguntar quién era él y dónde estaban. El pequeño ser empezó a reírse estrepitosamente.

  • “jajaja, todos llegáis igual de aturdidos aquí, así fue con tu padre, tu abuelo, tu bisabuelo,… jiu jiu jiu, pero tu cara de asombro ha sido la más graciosa de los últimos mil años. Me llamo Cualidadín y te ayudaré a ver tus mejores rasgos. Cada día que vengas aquí  conocerás uno de ellos así que, quita esa cara muchacho, porque empieza la diversióóóóón, yujuuuuuu”.

Tras esto, sin darle tiempo de pensar, de pronto estaban sentados delante de una gran pantalla, donde empezó a ver imágenes del reino y, ahí estaba él mismo en la pantalla, y estaba consolando a uno de sus amigos después de que otros niños  se hubieran metido con él. Anda, Mario recordaba ese momento, fue un día de primavera cuando tenía 6 años.

El pequeño ser le dijo:

  • Caspita, recaspita, hoy te lo he puesto fácil por ser tu primer día, y has visto una escena clara en la pantalla. Otros días será más divertido, jugaremos, descubriremos enigmas y tú mismo tendrás que averiguar cuál es el rasgo que quiero enseñarte de ti. ¿Te vas a animar? … Pero, venga, va,… hoy te lo voy a decir. ¿Has visto? Eres capaz de ver los sentimientos en los demás, eso se llama empatía y sin duda te ayudará a ser un buen gobernante y a saber qué le preocupa a tu pueblo. Si quieres vemos más momentos como ese, tienes miles desde que has nacido.

Y ambos pasaron horas viendo imágenes de toda su vida en los que se preocupaba por cómo se sentían otras personas. Mario estaba satisfecho consigo mismo, no recordaba todos esos momentos pero es cierto que habían ocurrido. De hecho estaba tan ensimismado y a gusto viendo esas imágenes que para cuando se dio cuenta era la hora de comer, así que le tuvo que pedir a su nuevo amigo Cualidadín que le llevara de vuelta al palacio.

Al día siguiente se animó a intentarlo en el otro espejo, donde se encontró con Defectín, otro pequeño ser con el que jugaba y se divertía, aunque también descubriera cosas en las que no era tan bueno. Le costaba tomar decisiones, a veces le costaba enfrentarse a otros que creía más fuertes que él,…

Y así fueron pasando los años. Mario no podía dejar pasar un solo día sin pasar un rato mirándose en alguno de los dos espejos y descubriendo algo de él mismo. A veces se enfadaba un poco porque no le gustaba verse fallando, pero la verdad es que al final era divertido conocerse. Además aprendió tantas cosas de él mismo que se sentía capaz de enfrentarse a cualquier situación y había conseguido que todos en el reino le respetasen. Por eso, el día que cumplía 25 años su padre le dijo:

  • Estoy muy orgulloso de ti hijo, te he visto ir todos los días a la habitación de la fortaleza y te has convertido en una persona muy especial, con tus defectos y tus virtudes pero siempre eres tú mismo y todos en el reino te quieren por ello. Por eso ha llegado tu momento, a partir de mañana tú serás el rey, y sé que vas a ser un buen rey.

Así fue como Mario se convirtió en un  rey justo, amable y respetuoso con su pueblo, que supo rodearse de buenos consejeros para tomar decisiones en aquello en lo que él era menos fuerte. Y nunca dejó de mirarse en esos espejos mágicos que le daban la fuerza de conocerse a sí mismo.

FIN

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