Furor curandis en servicios sociales

[…] Una de las mayores cagadas que podemos hacer cuando acompañamos el sufrimiento de otras personas es dejarnos llevar por el furor curandis, a saber, ese apremio por aliviar o mejorar la vida de los demás. […]

Está muy claro. 

Una de las mayores cagadas que podemos hacer cuando acompañamos el sufrimiento de otras personas es dejarnos llevar por el furor curandis, a saber, ese apremio por aliviar o mejorar la vida de los demás.

Venga, Paco, arranca, que ya es hora. 

Y Paco igual está sobando en la piltra, echándose un piti, borracho como una cuba, cagando o poniendo la semillita en la parienta. Vete tú a saber. 

Pero para arrancar, no está. 

Entonces, Paco, tiene escasas opciones. O te mete una hostia —en plan, qué hace este gilipollas en mi lecho conyugal—; o pasa de tu culo y sigue bombeando, pim, pam, pum; o intenta terminar lo antes posible para complacerte, con lo que la chavala… pues como que mal. 

La cosa es que al final, tú que había llegado con buenas intenciones, le has jodido bien. 

Porque no era el momento y porque, coño, Paco no quería tu ayuda. Con el pito y con la lengua se las apañaba medio bien. 

¿Qué hay que hacer con Paco, entonces?

Hostia, no es tan complicado. Dejarle vivir. 

Que haga las cosas a su pedo, que él sabrá. 

¿No?

No me digas tú que es difícil de entender. 

Pues en Servicios Sociales debemos estar gilipollas. Mucho más gilipollas que Paco, que está zumbando sin condón. Porque no nos entra en la cabeza que, cuando intentamos ayudar a las personas que no han pedido nuestra ayuda, las cosas, casi necesariamente, salen mal. 

Es como meter la polla en un ventilador. Igual la sacas sin más, pero lo más probable es que cenes rodajitas de fuet. 

Así, nos pasamos por el orto la demanda de la peña. Y nos la fuma que necesiten espacio o que no nos quieran ver. Porque, olé tus ovarios, tus huevos, o lo que sea, la demanda la imponemos nosotros, como un dios omnipotente que controla y domina todos los aspectos de la realidad. 

Es lo que tiene la Cultura de la Intervención. Sea como sea, pase lo que pase, caiga quien caiga, hay que “hacer”. Y si uno no hace, es un mal profesional. Porque los profesionales justificamos nuestro sueldo por el hecho de “hacer”. 

Y esto tiene un peligro que ni una carabela portuguesa en una playa respeta de gente de Madrid. 

Porque en este contexto de significados, que se sostienen y retroalimentan los unos a los otros, perdemos el contacto con cualquier cosa que se parezca a la realidad. Porque, cuando la gente no quiere, basamos nuestra práctica en nuestra intervención anterior, con una desatención absoluta a las necesidades de las personas vulneradas. Que acaban estando más vulneradas, si cabe, por la violencia que se ejerce desde esta posición de poder profesional. 

Nos convertimos en una fábrica de salchichas cuya intercia le impide parar. 

Salchichas que, como la de Paco, sigue deseando que nos retiremos, para poder fluir, disfrutar, avanzar y sabe dios si acabar. 

Si te perturba las metáforas sexuales, te lo cuento con gallinas o peces globo. 

Mejor con gallinas, que los peces globo te pueden matar. 


Gorka Saitua | educacion-familiar.com

Deja un comentario