#Hasta_la_raja de las y los profesionales a quienes les aprieta la corbata.
De los que te hablan desde el púlpito, con superioridad moral, como seres de luz enviados por los ángeles.
Es fácil saber quiénes son, porque te dan instrucciones en plan, amigo, recuerda que esto está bien y esto está mal.
«No grites nunca.»
«Debes ser empático todo el rato.»
«Ponte a su altura, mírale a los ojos, y háblale despacio.»
¿Ves? Te llevan a conectar con lo que has hecho y a sentirte #culpable, una vez más. Y la culpa ha sido históricamente una herramienta fabulosa para la #dominación, porque crea, a la voz de ya, una diferencia radical entre clases: los superiores y los inferiores, con los matices y colorines que sean.
Es decir, los que chupan y los que son chupados, pero en plan mal.
Me tiene hasta el hocico la masa de santurronas y puritanas, santurrones y puritanos, que hablan sistemáticamente desde #el_privilegio de haber estudiado una carrera, haber hecho su trabajo personal invirtiendo lo que para otros es una millonada, y pasar por miles de cursos y cursitos con el gurú de moda, a quien les gustaría parecerse para acaparar más luz.
Puaj.
Debemos ser conscientes —todo el rato, todo el maldito rato— de que no todas las personas han tenido la misma suerte que nosotros. Que muchas personas no tienen siquiera un maldito rato al día para ponerse a pensar. Y que, a veces, cuando por fin se ponen —porque quieren a sus hijas e hijos tanto como tú—, están severamente confundidos, y no saben ni por dónde empezar.
Y eso no es porque sean peores que nosotros, joder. Sino porque, a veces, ni siquiera han tenido la opción de cuestionarse cómo han sido criados, o porque viven en unas condiciones materiales de mierda que les obliga a poner por delante de todo la necesidad de llenar la nevera y sobrevivir.
O por lo que sea. Yo qué sé.
Así que, si alguna vez te has sentido una #mierda escuchándonos hablar, debes saber que:
No eres peor madre o padre por castigar.
No tienes menos valor por gritar.
No eres escoria por no haberte podido llegar a la calma.
No eres más frágil por desregularte, bloquearte o llorar.
Que nuestros discursos de mierda no impida a tus hijas o hijos reconocerte en la persona cojonuda que eres, más allá de la crianza que recibiste, tu estilo educativo o el sufrimiento que puedas padecer.
A pesar de los errores que otros te impongan reconocer.
¡Basta ya!
Cuidado con los profesionales que te subyugan o restan #espontaneidad.
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Gorka Saitua | educacion-familiar.com