¿Cómo es nuestra relación? | ejercicio

[…] La teoría sistémica nos dice que los problemas y las soluciones están en la circularidad de las relaciones. Por eso, nuestro trabajo como educadores o educadores familiares trata de situar la atención todo el tiempo en lo que pasa entre las personas, obviando la información irrelevante que se esfuerza por contaminar el proceso y nuestra percepción. […]

A menudo, cuando participo en alguna formación, me dirijo a un alumno o a una alumna y le hago una pregunta: 

—¿Qué tipo de relación hay entre tú y yo? 

Normalmente se hace un silencio. A veces, se escuchan una risas. Suele ser alguien que “piensa mal”, pero esta vez no acierta. 

Si no percibo a la persona apurada, puede que insista: 

—¿Puedes describir lo que pasa o suele pasar ENTRE tú y yo? —digo, resaltando esa palabra. 

No suele responder. A veces, es por el apuro, pero normalmente tiene mucho que ver que no contamos ni con las palabras ni en hábito de hablar en TÉRMINOS DE RELACIÓN.

Luego, invito al resto de personas a ayudar a su compañera o compañero. 

Hay quien dice que no tenemos ningún tipo de relación, a pesar de que, igual, hemos pasado varias horas juntos. 

Hay quien habla de que pongo “nerviosa” a esa persona. 

O quien dice que parece que mi cercanía repentina le ha incomodado un montón. 

Pero es muy difícil que alguien se aventure a definir, valientemente, cómo es nuestra relación. 

Entonces, si nadie ha dado en el clavo, suelo hablar yo: 

—Puede que me equivoque —quizás empiece—, pero lo primero que me surge decir es que es una relación vertical, en el que yo tengo cierto estatus que me otorga poder sobre ella. Que está marcada por los roles que nos impone esta institución, yo como profesor, y ella como alumna. Donde hay una serie de contenidos sobre los que está legitimado comunicar, por ejemplo, temas relacionados con nuestro trabajo o nuestra profesión; y otros no, como que me gustan sus zapatos o que su mirada me resulta simpática.

Puedo hacer un silencio. 

—Y si me apuras más —puedo continuar—, podemos hablar de cierta simpatía correspondida. Porque, como ella transmite ilusión por el contenido, suelo recurrir a su mirada para regularme cuando siento que el auditorio se está durmiendo. Esto ha ido creando, poco a poco, cierta afinidad que permite que yo pueda escuchar sus palabras y destacarlas respecto al fondo de las de sus compañeras o compañeros; y que ella capte más de lo que digo, que el resto. 

A veces, se escucha al público asentir. 

—Sin embargo, esto conlleva cierta ambivalencia en la relación y algunos miedos. Por mi parte, siento temor a no sentir su aprobación, porque sé que, si la pierdo, me sentiría mucho más inseguro y bajaría mi desempeño. Y quizás ella, qué sé yo, pueda sentir que le presto demasiada atención y, si desconoce los motivos, puede sentirse invadida o amenazada por un profesor del que desconoce sus verdaderas intenciones. 

Gotita de sudor. 

—Visto así, y a riesgo de equivocarme, a mí me parece que la relación es cercana y un poco ambivalente, viciada por nuestras necesidades de protección. La mía, asociada en gran medida a mi rol de profesor, y al interés de que vaya bien la clase; y la suya, por sentir que quien tiene el mando le presta más atención que al resto, y no sabe con seguridad si eso es bueno o no. 

Lo más probable es que se haya hecho otro silencio. Y que se perciba cierta incomodidad en el ambiente. Es lo que pasa cuando hablamos en términos de relación: la gente se asusta y siente que se está entrando en un territorio prohibido, exponiendo la propia vulnerabilidad. 

—Pero, quizás, esto es sólo cosa mía —continúo—. Igual, lo justo es que le pregunte de nuevo a ella si cree que me he equivocado, y de ser así, cuál cree o siente que es nuestra relación. Porque yo, que tengo un sistema operativo, no puedo captar determinada información. 

Carecemos de PALABRAS y del HÁBITO de lo que pasa en el contexto de la relación. Y hacerlo, es especialmente difícil cuando nos afecta el estrés o el malestar. Al explicitar cómo nos nos afectamos mutuamente, suele aparecer un pico de dolor, como consecuencia de prestar atención a la vulnerabilidad y el sufrimiento. Pero es lo que nos permite trascender dicha realidad, e ir un poco a mejor. 

La teoría sistémica nos dice que los problemas y las soluciones están en la CIRCULARIDAD de las relaciones. Por eso, nuestro trabajo como educadores o educadores familiares trata de situar la atención todo el tiempo en lo que pasaENTRE LAS PERSONAS, obviando la información irrelevante que se esfuerza por contaminar el proceso y nuestra percepción. 

Que sea un poco incómodo es una baliza en el camino. Indica que vamos bien. 

Y, venga, ahora al turrón. 

¿Te atreves a describir qué RELACIÓN hay entre tú y yo?


Referencias: 

ESCUDERO, V. (2013). Guía práctica para la intervención familiar. Contextos familiares cronificados o de especial dificultad. Junta de Castilla y León.

NARDONE, G. (2015). Ayudar a los padres a ayudar a los hijos: problemas y soluciones para el ciclo de la vida. Barcelona: Herder

NARDONE, G. (2009). Psicosoluciones. Barcelona: Herder

SELVINI, M., BOSCOLO, L., CECCHIN, G Y PRATA, G. (1990). La elaboración de hipótesis, circularidad y neutralidad: tres directrices para la coordinación de la sesión. Barcelona: Paidós


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

Un comentario en “¿Cómo es nuestra relación? | ejercicio

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