Presupone que el progenitor “alienador” utiliza a su hijo o hija como arma contra la otra parte, manipulándolo para que acuse a su enemigo de abuso sexual; obviando la naturaleza intrapsíquica y relacional del trauma.
¿Conocéis el término “bala de plata”?
Es un concepto, sin soporte de ningún tipo, acuñado por algunos profesionales del ámbito jurídico, para prejuzgar las acusaciones de abuso sexual a niños y niñas, durante un proceso de divorcio.
Presupone que el progenitor “alienador” —por razones obvias, normalmente la madre— utiliza a su hijo o hija como arma contra la otra parte, manipulándolo para que acuse a su enemigo de algo tan grave.
Es decir que hay una madre muy resentida, muy mala o muy loca que, cuando ya no tiene otra forma de perjudicar a su expareja, tira de denuncias falsas. Y lo que es peor, dañando a su a sabiendas por el camino.
Como todo, tiene su base de realidad. Seguro que alguna vez ha pasado. Pero es muy peligroso que se haya popularizado porque, entre otras cosas, implica un desconocimiento profundo del trauma y la ecología relacional.
¿Denunciarías por maltrato a tu jefe, del cual, depende tu sustento?
Seguramente no.
Es más inteligente hacerlo cuando hayas abandonado tu empresa y te sientas seguro en tu nuevo empleo, pasados unos meses o incluso años, tu cuerpo sienta que no va a volver a ese agujero.
Aún así, si el maltrato ha sido muy intenso —o si ha abusado sexualmente de ti—, es probable que decidas no hacer nada, comerte tu dolor y tirar hacia delante.
A no ser que te encuentres en el camino a otras y otros afectados y os hagáis fuertes juntos. Que compartáis el mismo dolor y os apoyéis muy de cerca para hacer algo con eso.
Entonces, sí podréis echarle ovarios o huevos. Presentar denuncia e ir a por todas. Pero no para joderle, sino para desbloquear vuestro dolor, proteger a otros empleados y hacer justicia.
Queridas y queridos amigos juristas: esto es lo que, a una escala mucho mayor, viven los niños y las niñas que han sido abusados sexualmente por las personas que tenían la obligación de protegerles.
Sólo pueden rebelar el abuso o el maltrato cuando se sienten en un contexto seguro, protegidos por una figura fuerte y decidida que, como antes he señalado, por razones obvias suele ser la madre.
La denuncia y, con ella, la reparación de ese daño a través de la justicia que todas y todos les debemos, a menudo sólo puede cursarse y sostenerse al amparo de una madre litigante.
Si llegan al estrado, y su discurso no convence, o parecen alejadas u alejados de sus emociones, lo más probable es que no sea el resultado de una “manipulación perversa”, sino de que el trauma del abuso y del entorno hostil al que todos ustedes pertenecen, no les ha dejado otra opción que disociarse.
Valoren según su criterio pero, por favor, tengan esto en cuenta.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com