Las “Historias Incompletas” tienen un enorme potencial para estimular a los niños y niñas para buscar soluciones a los problemas que pueden surgir entre las personas, y para motivar la empatía. Hoy, en Indartzen, le damos una vuelta de tuerca a esta técnica y la convertimos en un concurso en el que todos y todas las participantes ganan. Porque las cosas buenas, si son divertidas, son mucho más que buenas.
El concurso es muy sencillo. Tan sólo tienes que leer a tu hijo o hija la historia que te relatamos a continuación. Posteriormente, déjale un tiempo para que piense cómo puede acabar el cuento. Cuando tenga pensado el final de la historia, graba su voz en tu teléfono móvil relatando el final que se ha inventado. Cuando lo tengas, mándanoslo junto con su nombre al correo electrónico educacion.familiar.blog@gmail.com, y publicaremos un comentario alabando sus destrezas o lo que más nos ha llamado la atención. Podéis utilizar su nombre o un apodo, como prefieras. 7 días a partir de ahora para mandarnos su trabajo. 10 días para publicar los resultados ¡Ya verás cómo lo flipan!
Ahí va la historia…
“Eric era un erizo muy puntiagudo. Desde siempre, sus padres, sus profesores y sus compañeros le habían dicho que sus pinchos eran los más afilados del bosque. Más afilados que los carámbanos de hielo que se descuelgan por las cavernas; más afilados que las púas de los cactus; e incluso, más afilados que los aguijones de las avispas, que tanto daño hacen cuando pican. Eric, el erizo, se sentía muy orgulloso de sus pinchos, sabía que eran los mejores.
Eric vivía muy contento, hasta que un día se produjo una terrible tormenta. Una tormenta fuerte como nunca había visto. Los truenos parecían explosiones, y los rayos iluminaban casi permanentemente todo el valle. Con las luces parpadeantes que venían del cielo, parecía que el bosque se había convertido en una discoteca.
Y luego vino la lluvia. Parecía que del cielo cayesen cascadas. Todos los animales se acurrucaron en sus madrigueras, esperando a que pare la lluvia y amanezca un nuevo día. Eric hizo lo mismo, se metió entre sus mantitas y se dijo a sí mismo, para tranquilizarse, que no pasaba nada.
Pero se equivocaba. Al poco tiempo comenzó a entrar agua por debajo de la puerta. Al principio eran gotitas, luego fueron gotazas, y luego gotones. Y luego los gotones se convirtieron en un pequeño arroyo. Y el arroyo en casi un rio. A Eric se le erizaron los pinchos desde los pies hasta la cabeza; estaba claro que su casa podía inundarse por completo, que no era segura.
Con muchas preocupaciones salió de su casa. La puerta casi no se podía abrir del viento que hacía. La empujó con mucha fuerza y salió a la calle. Una vez allí tuvo mucho miedo. Las ramas del bosque, mecidas con fuerza por el viento, parecían manos gigantescas que querían agarrarle. Se sintió pequeño y mojado, y expuesto a todos los peligros.
De repente, un aroma conocido le sacudió con fuerza el hocico. No podía ser! Era real lo que estaba oliendo? Olía a leña quemada!! Pero eso era imposible, el bosque estaba prácticamente inundado, nada podía quemarse allí, con tanta agua. Afinó su mirada de erizo y ¡Caramba! descubrió una imponente casa de madera.
No lo dudó ni un instante. Se dirigió hacia allí. Llego al porche y, como era muy pequeñito, pudo colarse por la puerta del gato. Una vez dentro, resoplando aliviado, se sintió más seguro.
La casa estaba vacía, pero calentita y seca. Las paredes eran tan fuertes que apenas se oía el estruendo de la tormenta. Fue hasta la cocina, y descubrió unos terrones de azúcar que se habían caído por el suelo. Le supieron a gloria. Por fin estaba relajado y tranquilo. ¡Qué bien! Sólo le faltaba quitarse el barro del cuerpo para quedarse a gusto del todo.
Así que fue al baño y se preparó un baño caliente. Qué bueno! Pero… Cuando iba a meter su pie y probar la temperatura del agua, dio un respingo. Narices! Casi se muere del susto al intuir la figura de ¡otro erizo!
Iba a saludarle cuando se dio cuenta del engaño. No era un erizo! Era un objeto redondo, y como con pelitos, del mismo tamaño que Eric. Pero no era un erizo. Era… ¡Una esponja de baño!
Aún aturdido por el susto escuchó el crepitar de una llave en la puerta de la casa. Luego un portazo. Y más tarde pasos por la casa. Eric se asustó mucho. Estaba en una casa que no era suya, y le podía caer una buena bronca. Además, no podía entenderse con las personas. Las personas no hablaban Erizus.
Así que hizo lo primero que se le pasó por la cabeza. Y ¿Qué es es lo primero que se le pasa por la cabeza a un erizo? En efecto. Se hizo bola. Se hizo bola al lado de la esponja que tanto se le parecía. Creía que así nadie se daría cuenta y podía pasar inadvertido.
Hodei era un niño que vivía en una cabaña en el bosque. Vivía con su madre Gabriela. Aquél día había acompañado a su madre para hacer las compras en una tienda cercana. Llovía mucho, tronaba y hacía un viento de espanto. Estaba helado, y deseando llegar a casa para pegarse un buen baño.
Hodei no sospechaba que tenía visita… no sabía nada de que un erizo se había colado en su casa. Así que se quitó la ropa y se metió en la ducha. Qué bien! El agua salía calentita y el jabón olía muy bien. Era perfecto. Entonces, Hodei intentó pasarse la esponja por la espalda. No era un niño muy flexible, así que no llegaba. Entonces, llamó a gritos a su madre, que acudí al baño casi de manera instantánea. Y le pidió ayuda.
Gabriela, la madre de Hodei, no lo dudó, tomó… tomó… ¡Se equivocó! Tomó a Eric el erizo, que estaba hecho bola en la bañera, en vez de la esponja, y se lo pasó a Hodei por la espalda. Ayyyy!”
…
Llegados a este punto, ya sabes lo que hay que hacer. Dile que invente el final y graba su voz. Si nos llega le haremos el homenaje que merece ¡Anímate! ¡Estamos deseando escucharlo!
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Enhorabuena, Gorka!! Me parece fascinante y revelador lo que, hasta ahora, he leído en tu blog: Sistémica, teoría del apego (Sue Johnson?); el perfecto tejido de tu escritura…
Solicito permiso para llevar esta actividad, concurso, a la biblioteca de mi colegio. Partiría de este relato del erizo para continuar con otros.
Gracias
Un saludo
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Claro, M. Pilar. Sin problema. Todo lo que cuelgo en el blog es de dominio público. Un saludo!
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