[…] no son como las que vivimos las personas normales. Son especialmente intensas y poderosas. Tanto que una siente que peligra la propia identidad si se plegara a las exigencias del sistema: someterse a esa tarea se vive como una verdadera injusticia, como un ceder terreno ante un enemigo que amenaza al mundo y quiere destruir lo mejor de la humanidad, a saber, su amor por la verdad, la curiosidad y el disfrute del conocimiento. […]
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