[…] Las hadas sólo susurran a quienes tienen suficiente sensibilidad en el oído. […]
Seguir leyendo «El susurro de las hadas»
[…] Las hadas sólo susurran a quienes tienen suficiente sensibilidad en el oído. […]
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[…] —Cuida de ella, cultiva vuestra relación y, sobre todo, observa —dijo el anciano con voz firme, y se marchó a podar un manzano, con unas tijeras gigantescas, dejando un silencio conmovedor entre ellos. […]
Seguir leyendo «La niña que recuperó su voz»
[…] El fuego gritaba que él era peligroso y, así, los enemigos y los fantasmas no se le acercaban, porque le tenían miedo. […]
Seguir leyendo «El niño de fuego»
[…] Podía comer cosas que haría vomitar a una cabra, subir con las manos desnudas por rocas que hombres fuertes y valientes sólo podían escalar con cuerdas, y leer los mensajes que estaban codificados en la naturaleza adviertiendo de la presencia de agua, raíces sabrosas, o del ataque de depredadores de grandes colmillos. […]
Seguir leyendo «Una puerta en la espesura»
[…] Para él era muy doloroso verse gris en un mundo abarrotado de niños de colores. Sentía que todo el mundo se daba cuenta de su ausencia de color, y que eso le colocaba por debajo, como una hormiga insignificante o una rata apestosa. […]
Seguir leyendo «Un niño gris»
[…] Súa sabía lo que significaban esas miradas de preocupación. En lo más profundo de su corazón sentía que no era suficiente, que no estaba a la altura. Y, cuando ese mensaje le llegaba, su fuego se hacía más y más grande, hasta sentirse profundamente doloroso. Intolerable. […]
Seguir leyendo «Súa, la niña que llevaba fuego dentro»
[…] Abrumada por la sensación de no ser suficiente, de no tener valor, Alissa tomó una decisión. No iría a la escuela. Se internaría en lo más profundo de la fosa de los huesos —el lugar donde nadie debía ir— en busca de respuestas. La leyenda decía que, si una sirena lograba sobrevivir, podía hacerle una consulta al Kraken, el sabio del abismo, el único ser que la podía ayudar. […]
Seguir leyendo «La sirena que perdió su canto (1 de 2)»
[…] Lo peor para una marciana como Norah era estar sola, sin la compañía de otros extraterrestres con quienes se sentía tan a gustito. Así que pronto se vio obligada a mantener relación con los Terrícolas, unos seres descendientes de los monos, a los que les gustaba mucho andar en manada. […]
Seguir leyendo «La colonia: un oasis en el desierto | Cuento AACC»
[…] Un día, el niño a quien nadie quería, cayó a un pozo de arenas movedizas. Estaba aterrorizado ante la posibilidad de morir en la oscuridad, asfixiado. Su madre y su padre, que estaban cerca, giraron la cabeza, le vieron, y siguieron hablando de sus cosas. Y él se quedó paralizado, como si se hubiera convertido en una pesada roca, que se hundía como un cuerpo inerte, que a nadie importaba. […]
Seguir leyendo «El niño al que nadie quería «
[…] Las manos le crecían, sus uñas se convertían en garras afiladas y retorcidas, como las de un tigre o un dragón. En sus talones aparecían espolones que goteaban un líquido verde fosforescente. Y su rostro se desfiguraba llenándose de pelo, con orejas puntiagudas, ojos con una pupila vertical, y un hocico prominente del que salían unos colmillos largos y afilados de color gris. […]
Seguir leyendo «Nagusha: la princesa lobo»
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