[…] De repente, Borja queda en el espacio que se abre entre dos mundos: forma parte del mundo de los orgullosos, ricos y exitosos —porque es parte de su familia y comparte su legado—, pero también del mundo de los frágiles, vulnerables y marginados. Y eso, en cualquier modelo de vida, implica una sensación de soledad tremenda, un formidable estrés, pero también un vacío fértil en el que pueden emerger cotas de libertad que antes eran imposibles. […]
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