Una maldición bíblica

[…] Está dividida. Una parte suya, conectada con su propia historia de sufrimiento, le dice que ese niño está aislado y que está siendo maltratado; mientras que otra parte, más racional, le dice que no hay información objetiva que le obligue a proteger. […]

Una de las faenas que suelen padecer las niñas y niños que están siendo vulnerados es que los adultos que pueden detectar su sufrimiento no suelen estar en condiciones de sostenerlo o poderlo soportar. 

La profesora de Jesús se ha dado cuenta de que algo marcha mal. Hace tiempo que le ve más triste y apagado, como “si hubiese sido aplastado por una soledad profunda”. Así le llega a ella. 

La tutora presiente que Jesús está sufriendo acoso escolar. Las sensaciones que el niño le transmite le conectan con ese terrible momento de su vida en el que ella, también, tuvo que sobrevivir sola en el cole porque ninguna niña y ningún niño se le quería acercar. 

El vacío más absoluto. 

«¿Estaré viendo fantasmas?», se pregunta a menudo.

Marian, vigila a su alumno durante los recreos, pero lo que observa no parece confirmar su hipótesis. Ve a Jesús con otros niños y juega al fútbol con ellos. Nada parece estar mal. 

Está dividida. Una parte suya, conectada con su propia historia de sufrimiento, le dice que ese niño está aislado y que está siendo maltratado; mientras que otra parte, más racional, le dice que no hay información objetiva para actuar de manera decisiva y protectora. 

«Estoy poniendo demasiado de mi historia en todo esto», se repite. Pero, por alguna razón, este diálogo interno no la calma, sino que le genera, si cabe, más tristeza y ansiedad. 

«¿Será cosa mía?»

Marian duda, y la duda bloquea cualquier acción. Sabe que está en un terreno sensible, y no quiere levantar alarmas que hagan más daño al niño, a su familia, a la escuela donde trabaja, y a las terceras personas que podrían quedar implicadas en la burocracia que se pueda activar. 

La profe no lo sabe, pero está conectando con su propia historia. La historia de una niña que tuvo que enfrentarse sola al acoso escolar y que, justo por eso, llegó a desconfiar de que el apoyo de los adultos pudiera ayudarle en nada. 

Justo por eso ahora desconfía tanto de su criterio como de la respuesta protectora que podría articular. 

Porque ella tuvo que enfrentarse sola al #acosoescolar y temía lo que las figuras adultas pudieran hacer. 

«Los adultos no pueden proteger.»

Pero, lo que no sabe Marian es que, cuando una parte racional se enfrenta a otra intuitiva, ésta última suele tener la razón. Por muy impulsiva e irracional que parezca, es la que suele estar más en contacto con lo que se comunica a nivel de las tripas, en un contexto relacional. 

Porque Jesús, este Jesús, sí que está padeciendo acoso escolar. Hace tiempo que sus colegas le hacen el vacío, algunos feos, y hablan mal de él, aunque él intente protegerse con sumo esfuerzo dando una apariencia de normalidad. 

Pero Marian, la única persona que lo está captando, que puede leer entre líneas, no confía en su criterio porque, según los parámetros de la academia, no parece “racional”. 

Hay quien se ha dado cuenta, claro, pero se excusa en qué se trata de algo de “baja intensidad”. 

Eso también dificulta que Marian haga algo, porque puede ser calificada de exagerada por otras y otros profesionales menos sensibles hacia lo que está pasando, porque no tuvieron que padecer esa forma de violencia o porque la ejercieron como perpetradores y no están en condiciones de asumir esa reparación y esa responsabilidad.

Porque sí, hay gente violenta en las relaciones de apoyo que no se reconocen como victimarios, y eso es terrorífico por las consecuencias que puede tener. 

Marian, que intuye lo que pasa y no quiere que pase, sin embargo, tampoco hace nada, dejando a Jesús precisamente en el mismo lugar en el que estuvo ella y del que, a pesar de todos sus esfuerzos y su formación, todavía no ha podido salir. 

Es una verdadera maldición bíblica, como si el mismísimo Creador castigará a toda la infancia con una sentencia ante la que no cabe recurso, porque no hay justicia que valga cuando alguien acapara todo el poder: «sufrirás, sufrirás terribles tormentos, y las pocas personas que puedan captar lo que te ocurre no te podrán atender». 

Es una de las razones que explican la transmisión intergeneracional del sufrimiento. Menospreciamos la información que emerge de las partes escindidas, disociadas o subyugadas que todavía guardan, conservan y evocan nuestro dolor. 

La reparación de los procesos disociativos de las personas que tienen asignado el rol de cuidar y proteger, tiene un enorme potencial protector. 

Dicho esto, cabe una pregunta, ¿qué instituciones, empresas o asociaciones de las que están en contacto con niñas y niños que sufren o están padeciendo violencia están poniendo esto en valor? 

¿No será que estamos priorizando valores patriarcales en los que la información que proviene de lo racional u objetivo, se presupone más valiosa que la que nos llega desde el cuerpo, en forma de intuición? 

¿No será que está dicotomía en la que estamos todas y todos metidos en el fondo favorece esa misma disociación? 

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

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