[…] Veo cómo te comparas con lo que te gustaría ser, y lo pequeña que te sientes al hacerlo, y reconozco el dolor que se deja entrever en tus ojos, al sentir estar frente a un reto formidable, casi imposible. […]
Tú no lo sabes, pero hay una cosa que me produce una tristeza inmensa al mirarte.
No te asustes, no es una tristeza angustiosa, sino una tristeza cálida, envolvente, amable.
Sencilla.
Te miro, y veo la distancia que te separa de tus aspiraciones y de sueños. Una distancia enorme, desolada, desértica, como no puede ser de otra manera para una niña como tú, de 5 años. Veo cómo te comparas con lo que te gustaría ser, y lo pequeña que te sientes al hacerlo, y reconozco el dolor que se deja entrever en tus ojos, al sentir estar frente a un reto formidable, casi imposible.
A veces, me duele ser un adulto cuando te siento en ese estado. Sé que me miras, y ves todo lo que he logrado. Tengo la vida hecha, y eso es un alivio. Sin embargo, ahí estás tú, apenas iniciando tu camino, buscando y conectando con los modelos que te puede aportar tu fantasía.
¿Cómo puedo juzgarte desde aquí?
No te voy a engañar, no me gustan demasiado las princesas ni las sirenas. Creo que una mujer es mucho más que su belleza y complementos bonitos. Y me asusta que sólo aspires a eso. Pero sé que lo que tú sientes hacia esos personajes, que tanto adoras, va más allá de lo que yo veo.
No hace falta que te lo pregunte: tu mirada es mucho más rica y compleja.
Estoy seguro de que, más allá de lo que parece, tu aspiración no es sólo ponerte guapa y estar bonita. La vida no te lo ha puesto fácil, cariño, y creo que necesitas sentirte competente, importante y acogida. Lo que igual pasa es que, hasta ahora, no has encontrado otra forma de sentirte suficientemente integrada; pero estoy seguro de que todo eso cambiará cuando el mundo pueda verte tal y como eres, a saber, como te muestras ante nosotros, en casa: brillante, divertida, bromista y con un carácter que tiene hambre de belleza, bondad y justicia.
Sé que ahora, para ti, parece un camino imposible. Que ves lenguas de fuego cruzando el sendero, que amenazan con abrasar y calcinar tus intentos. Pero quiero decirte que yo, también, me sentí así hace muchos años, cuando tenía tu edad y en otros momentos de mi vida. Me parecía imposible que nadie me mirara con aprecio por lo que era, y sentía que, por mucho que me esforzase, jamás lograría ningún objetivo. Estaba tan lejos de mis sueños que parecía que se alejaban de mí con cada paso, como el horizonte.
Quiero que sepas que voy a respetar tus esfuerzos, cariño. No voy a luchar jamás contra lo que te ayuda a perseguir esos sueños que, como dice la canción, tienen un lugar sobre el arco iris. Porque sé, de buena mano, que, si existe un camino hacia allí arriba, es el que tú te has propuesto, por mucho que al mundo le parezca que no vale, que no tiene sentido, que es una locura, o que no merece la pena.
Tengo que confesarte que llegué a sentir vergüenza del cuento que me contaba acerca de cómo era y cómo iba a ser mi vida, porque creía que era sólo una fantasía absurda, carente de realidad, fruto de una mente infantil, dolida y enferma.
Espero, de corazón, que no llegues a ese punto… a pesar de las metidas de pata de tantos adultos insensibles, mecanizados, desconectados de su pasado.
Sé que, si prestamos atención juntos y mimamos ese relato, tus esfuerzos evolucionarán con nosotros, al respaldo de una relación suficientemente segura. No sé hacia dónde, porque eso no me compete, pero sé que marcharán, despacio y con buena letra, hacia un lugar mejor, más honesto, más complejo, y más conectado con tus necesidades y con tu existencia.
Sé que el cuento que ahora parece absurdo a los ojos adultos, ciegos y mecanicistas, se convertirá en una novela grandiosa, y finalmente en una impresionante biografía. Una biografía que, llegado el momento, revisarás con orgullo, honrando los esfuerzos que, a los 5 añitos, hizo esa niña.
Lamento, de corazón, haber luchado en contra de tus sueños.
Haber contribuido a esa brecha que te aparta de lo que te gustaría ser.
Haberte hecho sentir, con mis propias inseguridades, más pequeñita.
Y desde aquí te digo, como dice otra canción, que “mis huellas no marcarán el camino que debes seguir”.
Ojalá sepa hacerlo.
Ojalá pueda hacerlo.
Ojalá mi historia sepa encontrarse con la tuya, construyendo otra historia bonita.
Por de pronto… ya no soy el único protagonista de mi vida.
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
