[…]Cuando se muere una persona cercana, es posible ser feliz de nuevo, pero, para ello, es necesario recorrer un duro camino. Para acompañar bien a tu amiga, es muy importante que conozcas las fases o altos de ese camino. […]
Cuando se muere una persona cercana, es posible ser feliz de nuevo, pero, para ello, es necesario recorrer un duro camino. Para acompañar bien a tu amiga, es muy importante que conozcas las fases o altos de ese camino.
Imagina que te pasa a ti algo tan horrible. ¿Se te ocurre cuál podría ser alguna de esos baches o ciénagas en las que podrías quedar atrapada?
¿Te apetece que las conozcamos juntos? Así, si tú amiga se atasca en el barro, sabremos cómo apoyarla para que se libere y continúe hacia ese precioso destino: un momento en el que vuelva a poder disfrutar de la compañía de su padre, aunque no esté en este mundo.
Las personas a quienes se les ha muerto un ser querido, tienen mucho miedo de transitar por ese sendero, porque está anegado de tinieblas y no tienen la seguridad de que al final vayan a encontrarse algo bueno. Por eso es tan importante que estén acompañadas por personas que sepan que, tras las sombras, hay luz; y tras la niebla un paisaje que merece la explorar con cariño.
Justo de eso trata este escrito: de que puedas sentir la esperanza que seguramente ella haya extraviado, para que siga confiando en encontrarla bien acompañada, contigo.
Pero antes, déjame que te cuente un secreto. Es algo que las personas que no han sufrido una gran pérdida no saben, pero que conocemos muy bien quienes hemos perdido a alguien muy querido. Los ángeles existen. Son las personas que nos quisieron y un día fallecieron, y que siguen estando con nosotros, formando parte de nuestra vida.
Hay gente que piensa que los ángeles están en el cielo; otras, que están o son las estrellas; otras, que habitan en nuestros recuerdos, como algo que sigue vivo. Pero, sea como sea, los ángeles existen. Y es muy importante que sepamos eso, porque, al final de ese camino de tinieblas y barro nos esperan, para que cultivemos otra relación con ellos: una relación con la que volverán a estar presentes en nuestra vida y con la que volveremos a sentir todo su calor y su cariño.
Pensar en los ángeles siempre duele. La tristeza es el precio que hay que pagar por haber amado tanto y haber sido correspondidos. Pero, desde esa tristeza de recordar a los que se fueron, también se puede conectar con la vida, la esperanza y la alegría. Siempre se les echa de menos, pero tienen formas maravillosas, sorprendentes, mágicas, de acompañarnos en la vida.
Cuando se muere una persona a la que hemos querido mucho, no pasa a ser nuestro ángel de inmediato. Necesita que recorramos ese sendero despacito, a nuestro ritmo. Porque sólo al final del mismo nos encontraremos con la voz que necesitamos para comunicarnos con ellos.
¿Cómo te imaginas que puede ser esta voz? Yo como el arrullar de un riachuelo, o el ulular del viento.
Para comunicarnos con los ángeles, necesitamos el agradecimiento. Es decir, volver a recordar nuestra vida con ellos, desde la certeza de que mereció mucho la pena el tiempo que pasamos juntos, jugando, dándonos mimos, haciendo las cosas que nos gustaba hacer o, sencillamente, pasando el tiempo. Y hablar —sí, hablar— de ello con ellas o ellos.
Porque, por muy tortuoso que sea ese viaje —que siempre se hace largo—, es una maravilla llegar a eso: una vuelve a sentirse plena sabiendo que, a pesar de la distancia que impone la muerte, siguen siendo refugio para los malos momentos; y fuente de alegría y orgullo en los buenos.
Pero, claro, para llegar a eso, hay que hacer una serie de paradas. Y en cada parada, una puede quedar atascada en el barro, pataleando sin sentido.
¿Te las imaginas?
Tu amiga va a pasar por ellas, al igual que otras personas que han pasado por algo tan doloroso, y es importante que sepas como son para que puedas estar con ella, también, en los malos momentos. Pero siempre, repito, siempre, sabiendo que, si las cosas se complican, hay adultos que estaremos para hablar de lo que haga falta e intervenir con cariño y cuidado para ayudaros en todo esto.
A veces, las personas a quienes se les ha muerto una persona muy cercana y querida, pasan un tiempo en el que parece que no se creen lo que les ha pasado. Y eso está bien. Muy bien. Su mente y su cuerpo necesitan tiempo para digerir lo que ha pasado, y eso les ayuda a procesarlo a poquitos.
¿Qué hacer, entonces? Nada. Sólo estar a su lado, sentirla cerca y seguir su ritmo. Según vaya pasando el tiempo, tu amiga irá aceptando más y más lo que ha pasado. Déjale estar donde pueda, sin empujar ni tirar de ella. Y si necesitas darle algo, que no sean consejos, sino muchísimo cariño.
Otras veces, la gente que sufre una pérdida siente que puede hacer algo para reparar lo que ha pasado. Por ejemplo, la gente que cree en un Dios, trata de negociar con él, intentando que le devuelva a su ser querido a cambio de un sacrificio. Y la gente que no cree en Dios a menudo piensa en que la muerte se ha llevado a alguien tan maravilloso, en vez de a la gente mala que sigue en este mundo. ¡Qué injusto!
Y eso también está bien. A quienes las acompañamos, nos puede parecer que se les va un poco la chaveta, que se vuelven loquillas, pero lo que pasa es que las personas sufrientes necesitan hacer algo con lo que ha pasado, volver a asumir en control de los acontecimientos, antes de aceptar una realidad tan dolorosa. Por eso, hacen cosas que aparentemente no tienen sentido, pero son la forma que tienen las personas de echar a andar por ese sendero, sin saber todavía qué hay al final del camino.
Porque para tirar hacia delante sin esperanza hace falta mucha fuerza, ¿verdad? Pues el enfado es justo esa fabulosa fuerza que le ayuda a iniciar el camino.
Por eso, verás que tu amiga se enfada con el mundo. Y, en consecuencia, también contigo. Es posible que no entiendas qué le pasa, por qué se cabrea, o cómo responder a su rechazo, palabras desafortunadas o insultos. Pero tienes que saber que, aunque te toque muy de cerca su enfado, éste seguramente no sea por tu culpa y no vaya contigo. Es normal que tu amiga se sienta muy enfadada, porque ha vivido una profunda injusticia: la vida le ha arrebatado lo que más quería, en el peor de los momentos. Y se lo ha hecho a ella, en vez de a otras personas. Es normal que se enfade por ello.
Este momento es muy peligroso, porque, a veces, el enfado de la persona que sufre se dirige contra ella misma. Y uno acaba castigándose por no haber hecho las cosas bien con la persona que ha muerto: por haberse portado mal, por haberle dado disgustos, por no despedirse diciéndole cuánto le quería, e incluso por volver a ser feliz por momentos.
Sea como sea que se exprese el enfado de tu amiga, es muy importante que encuentre comprensión en ti. Y para eso es importante que entiendas lo que te estoy explicando: el enfado no es contigo, sino con el mundo entero. A ti te va a tocar más de cerca porque pasas más tiempo con ella, no porque hayas hecho algo mal o porque estés mal colocada en la relación con ella. Y, si en algún momento tu amiga siente que hizo las cosas mal, suele servir que alguien le diga que el amor que sentía por su aita y que su aita sentía por ella, es más fuerte que todos los errores que hayan podido cometer en la vida. Mucho más.
Por favor, quédate con eso. Y recuerda que, si hay un problema o un atasco, puedes hablar con nosotros o con tus profes de ello. Haremos lo que haga falta. No estarás nunca sola en todo esto.
En otras ocasiones, verás a tu amiga triste, apagada, como si estuviera en un mundo que no es el nuestro. Ya sabes que hay gente a la que le da un poco de reparo esto, pero la tristeza no es más que la forma que tiene el cuerpo de pedir ayuda, compañía, descargar tensiones y ponernos en contacto con lo importante: con lo que necesitan las personas a quienes queremos, y con lo que nosotros necesitamos en estos malos momentos. Gracias a la tristeza, tu amiga empezará a aceptar que su padre se ha ido para siempre; que, por mucho que le haya querido, no va a volver a estar en este mundo; y que nada puede hacer con todo ello. Y está genial que llegue a este punto, porque hay que pasar por aquí para llegar al tesoro que ya está cerca, a saber, la voz que le ayudará a comunicarse con su ser querido a pesar de la distancia que impone la muerte: el agradecimiento.
Puede que te emociones con ella. No tengas miedo a eso.
Porque es desde la tristeza desde donde se entra en contacto con lo importante: con todos esos buenos momentos. Con los buenos momentos que pasaron juntos dándose y recibiendo cariño. Y desde allí, desde esa sensación de estar acompañados en el recuerdo, es desde dónde empezarán a emitirse algunos mensajes, y a sentirse escuchados, y que alguien los manda de vuelta:
—Aita, no sabes cuánto te echo de menos.
—Y yo a ti, mi vida. Me da mucha pena no poder volver a abrazarte y que sientas mi calor.
—No sabes con cuánto cariño y gustito lo recuerdo.
Es el inicio de otro modelo de relación que durará toda una vida. Una relación fantástica, íntima, profunda, cálida y gratificante. Porque no hay nada que nos pueda separar del amor de las personas que han muerto.
—
Imagino que ahora, como yo, estás triste. En efecto, es muy triste conectar con lo que ha pasado. Y da mucho miedo saber que a tu amiga le queda todo este camino por recorrer, y las dificultades que te va a tocar enfrentar en este camino. Pero te quiero repetir una cosa: no vas a estar nunca sola. A tu alrededor va a haber adultos que te ayuden a tomar las mejores decisiones para ti, y para tu amiga. Podemos hablar de lo que pase cuando lo necesites, y cuando quieras. Yo te preguntaré a menudo cómo van las cosas, y trataremos de ver cómo se va cumpliendo todo esto. Sé que es importante para ti, para tu amiga, para toda la clase, y estaremos muy pendientes de ello.
Para que podáis pasar de la mano por los baches y ciénagas, y llegar con el corazón abierto hasta ese magnífico agradecimiento.
Un agradecimiento que tú también vas a sentir de alguna manera, no sólo por parte de tu amiga, sino también desde tu propio corazón y por parte de ese Aita que espera, con cariño, retomar la relación con su hija, desde sus más preciados recuerdos.
Gracias, Amara, por ser tan valiente en todo esto.
—
Gorka Saitua | educacion-familiar.com

Hola Gorka como estas? El año que biene tengo que hacer mi monográfica bibliográfica para recibirme de Orientadora Familiar, me encantaría hacer algo sobreadopcion pero no se si tendré bibliografia disponible , me interesan trabajar los apegos.
Me gustaMe gusta