Vamos a la playa a recoger plástico, para que a los delfines no les duela la tripita.
—Ayer estuvimos dando un paseo por Azkorri —empezó mi padre— y vimos una cosa muy rara.
—¿Rara? —pregunté yo.
—Sí. Íbamos ama y yo dando una vuelta, y vimos a dos chicas agachándose una y otra vez por las cunetas —explicó—. Andaban cogiendo cosas.
—¿Cosas? —pregunté y quedé expectante.
—Como íbamos hacia allí, nos fuimos acercando —continuó—. Al principio, pensé que estaban cogiendo caracoles porque había llovido. Pero cuando llegamos a su altura, nos sorprendió descubrir que estaban recogiendo basura.
Para los que no conozcáis la zona, se trata de un barrio rural, por el que pasa poca gente.
—La verdad es que me sorprendió mucho —reflexionó—. No pude sino pensar qué hacían dos chicas jóvenes allí, en el culo del mundo, llenando bolsas de plástico, un sábado casi por la noche.
—Imagino que se trata de una especie de voluntariado —dije yo—. Se trata de hacer algo que la administración descuida, de manera que quede patente que alguien debe hacerlo.
—Pues ahora que lo dices —intervino mi hermano—, yo el otro día me estaba bañando en la playa y me encontré con una botella de plástico en el agua. Estuve tentado de recogerla, pero no lo hice.
—¿Y por qué no la recogiste, si querías hacerlo? —pregunté yo.
—Pues no lo sé —contestó él—; seguramente porque de pareció un esfuerzo insignificante, o porque me daba un poco de vergüenza hacerlo delante de todo el mundo.
Se hizo un silencio.
—Pero ahora que lo pienso —continuó mi hermano—, me arrepiento. Si me vuelve a pasar la recojo fijo.
—Claro —exclamé yo—. Mirad el impacto que esas chicas han tenido en todos nosotros. No es descabellado pensar que, si más gente hiciera eso, podría desencadenar un efecto mariposa increíble.
Los dos asintieron.
—De hecho, a mí se me acaba de ocurrir que es una actividad perfecta para hacer con Amara —dije—. Creo que mañana mismo vamos a recoger plástico a la playa, que si lo ha traído el mar seguro que está suficientemente limpio. Seguro que le encanta cuidar de la naturaleza y de los bichitos a que sus amigos.
Han pasado más o menos dos semanas desde entonces. Y hemos limpiado ya unas cuantas playas.
Ha pillado rápido la diferencia entre plástico, algas, conchas o palitos. Llenamos bolsas enteras, y ella me pide volcarlas «yo soooolaaa» en la basura.
—Lo hacemos para que a las ballenas y los delfines no les duela la barriga —le suelo explicar—, y para que los cangrejos y los peces no los confundan con su comida.
Por eso, en mi vida han aparecido dos cositas: la primera, que ya no puedo pasar por la playa sin recoger mierda, porque me riñe la canija; la segunda, que siento que debo reconocer y agradecer el esfuerzo de esas chicas anónimas que perdieron una tarde para dejar el mundo un poco más bonito.
Para mí, y para los míos.
Ojalá supieran lo que han conseguido.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com