Quizás la diferencia entre hablar y escuchar no esté tan clara.
«El que habla no avanza; el que escucha, al menos, puede aprender algo»
Se supone que es algo así como una frase del Dalai Lama.
Pues se habrá herniado el Dalai Lama.
Como sabéis, me gusta centrar la atención en las cosas que parecen evidentes, y darles una vuelta. Es como una afición inútil, que me proporciona buenos momentos.
Venga. Al lío.
¿Qué entiendes por hablar y por escuchar?
Seguramente, algo así como emitir un mensaje o recibirlo, ¿verdad?
Pero pongamos un poco más de atención en lo que implica HABLAR.
Hablar contiene, necesariamente, un doble proceso de TRADUCCIÓN. Primero, hay que traducir los pensamientos a palabras, es decir, aplicarles un LOGOS; y después, hay que ajustar las palabras al interlocutor, para que éste pueda y quiera recibir el mensaje.
Es decir, hablar implica NECESARIAMENTE la escucha. La escucha de los propios pensamientos y hacia la persona con quién se mantiene la conversación.
A menudo, cuando decimos que una persona no escucha, nos referimos sólo al hecho de no atiende ni cuida a su interlocutor. Decir que no escucha es un contrasentido porque, de ser el caso, no se le podría comprender.
Algo parecido pasa con el término ESCUCHAR que normalmente se asocia a la recepción pasiva o reflexiva del mensaje que otra persona nos ha hecho llegar.
Escuchar, si se hace bien, requiere que al menos cierta información impacte en nuestros esquemas previos, rompiendo el equilibrio y produciéndose cierta reparación.
Escuchar es, de alguna manera, un acto que implica permitir al interlocutor jugar con el propio mundo interior.
Es, de alguna manera, una actitud que implica una DIALÉCTICA entre dos.
Primero, hay una llamada a la puerta, a la que se corresponde un deseo de abrir.
Luego, debe existir necesariamente una invitación al diálogo que se debe aceptar.
Más tarde, se emite la información y se produce una emoción relacionada con el interés o el rechazo.
Si es de interés, se confrontarán los esquemas mentales del interlocutor/a, con los que previamente estaban ahí.
Entonces, de produce el verdadero diálogo, el que permite consolidar la interacción. La persona que —supuestamente— escucha, entabla un diálogo con el otro. No con su mensaje, sino con la persona que SIENTE detrás, considerando los pensamientos, emociones y reacciones que inuye que subyacen a la interacción.
Es así como se opta o no por integrar la información novedosa a nuestro sistema principal.
Hablar y escuchar no son antónimos, sino parte de lo mismo.
Por tanto, tiene sentido imponer una jerarquía que diga que es mejor escuchar que hablar.
Se trata de hacer bien el proceso.
Sólo eso. Nada más.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com