¿Y si la única diferencia entre la prostitución y la violación fuera el dinero?
Vamos a hacer un ejercicio de imaginación, amigo mío.
Imagina que te pones a cuatro patas. Que un tiparraco de 2 metros te baja los calzoncillos, jadeando.
Quiero que lo sientas en primera persona. Las sensaciones en el cuerpo, los olores y los sabores.
Imagina que empieza a jugar con tu ano, imaginando que te está haciendo disfrutar. Imagina que tú finges que te gusta, moviendo la cadera de manera insinuante.
Imagina que tienes que pararle, porque quiere penetrarte sin preservativo, y tienes miedo a pillar cualquier mierda. Pero que tienes que hacerlo con cuidado, con besitos en el cuello, para que no se enfade y no te pague el precio.
Imagina que respiras aliviado porque se ha puesto el capuchón. Y que te deja sin aliento de la primera estocada. Que duele, que sientes cómo se mueve dentro. Que hueles su aliento de alcohol en su nuca, y que empiezas a temer que se le vaya la pinza y quiera hacer realidad alguna de sus perversiones.
Que quieres que acabe pronto. Que cuando sientes en calor de su leche dentro, respiras aliviado, porque puedes tomarte un respiro.
O no.
Porque trabajas en un régimen de explotación, como en una granja humana, y que en apenas 5 minutos tienes que atender a otro cliente.
Es que tienes la suerte de ser bonito, una golosina.
Imagina que tienes que tu jefe te pide que, entre servicio y servicio, te comas un chicle de menta, para que no se huela en tu aliento la goma del preservativo.
Tú, imagina, y estate presente en las sensaciones que te devuelve el cuerpo.
En una régimen neoliberal, el intercambio y el beneficio económico lo legitiman todo; incluso la explotación y la violencias más inhumanas
Es jodido de imaginar ¿verdad?
Imagina ahora que tu trabajo es tan doloroso que tienes que abusar del alcohol para hacerlo.
Que tienes que desconectarte de tu cuerpo para evitar sentirte todo eso. Que esas experiencias, repetidas en el tiempo, tienen consecuencias graves en tu salud mental, porque dejas de sentir todo, incluido el placer por la vida, tus amigos, tu familia y tus hijos.
Imagina que además, cuando logras desconectar un poco, te acaban reconociendo por la calle. La misma gente que has tenido dentro.
Tú imagina.
Imagina que te acabas quedando sólo, con tu ojete bonito.
Imagina, ahora, que fuera del local donde ejerces, la gente estuviera hablando así:
«Es un trabajo como cualquier otro. Deberían cotizar a la seguridad social y tener derechos laborales, como todo el mundo.»
«Lo hacen porque quieren; muchos de ellos lo disfrutan».
«Le ha gustado, yo creo que se ha corrido».
Pues sigue imaginando.
Imagina que tienes miedo a abandonar tu trabajo, porque al jefe le reportas mucho dinero; y sabes que podría matarte o desfigurarte para dar al resto un escarmiento.
Imagina que empiezas a somatizar. Que tu estómago se retuerce de dolor por el estrés y el caso. Pero que no puedes acceder al sistema de salud, por miedo a activar alguna alarma que destape las marcas de tu cuerpo.
Imagina que tienes que soportar el dolor con drogas, para no comprometer la vida de tus hijos.
Tú imagina, y sigue imaginando.
Porque tú imaginas, mientras que muchas de ellas lo están viviendo.
Y ellas lo sienten de verdad. Mucho más fuerte.
Es cierto, alguna vez, en un lugar del espacio del tiempo, hubo una chica que se prostituyó porque quiso, porque le daba morbo, o porque era una forma fácil de ganar dinero.
Pero es un caso aislado, puntual, anecdótico. Una historia entre millones que se sigue utilizando, perversamente, para seguir justificando la explotación humana.
Porque los puteros, que son demasiados, no quieren que la verdad se conozca. Y sus cómplices, que somos el resto, no queremos reprenderles en su actitud, por miedo.
La única diferencia entre prostitución y violación es un sucio billete.
¿Se ve?
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com