El crítico interno: un encuentro que no se puede evitar

[…] El crítico interno tiene dos facetas. Por un lado, nos recuerda todas las cosas que hacemos regular o mal, llenándonos de energía para que tengamos fuerzas para enfrentar todos estos retos; pero, por otro, nos repite todo lo que hacemos especialmente bien en relación a los demás, colocándonos en un pedestal e inflando nuestro orgullo más superficial. […]

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La narrativa de la espera, y la aparición de un dragón

[…] La cosa es que yo llevo encima uno desde que tengo uso de razón y recuerdos. Y me ha traído por la calle de la amargura, porque un tío de 100 kg, con apego evitativo y cara de mala hostia, que se pone a lloriquear como un mocoso en el cine… puescomoquenó. […]

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La trampa de la validación externa

[…] Esta vergüenza tan profunda que invalida de manera tan violenta a las personas, implica un reto formidable: retomar la conexión con los demás y con uno mismo. Es decir, recuperar el sentido de pertenencia al grupo que se siente que expulsa a la persona traumatizada por no ser suficientemente valiosa, y así, recuperar el valor de una o uno mismo. […]

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El mediador del deseo y la violencia 

[…] Es algo que también se da en familia, siendo especialmente peligroso cuando hablamos de esos “deseos vitales” con los que sentimos que nos va —y les va— la maldita vida. Porque en estos, también actúa un mediador del deseo y, en consecuencia, se articulan formas más o menos sutiles de violencia. […] 

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Un regalo envenenado

A simple vista parece un regalo de fin de curso estupendo: un álbum de fotos precioso, en el que aparece el chaval con todos los compañeros de clase, abrazándose y pasando buenos momentos. Y, entre las fotos, un montón de dedicatorias cariñosas, personalizadas, escritas por sus iguales y por sus profesores. 

Sin embargo, al leerlas, siento un escalofrío de los chungos. 

Todas —repito, todas— las frases de las profesoras y los profesores se pueden resumir de la misma manera: «he acabado teniéndote un montón de cariño, a pesar de que me has sacado de quicio». 

Coño, es que es la misma frase que se repite, una y otra vez, con diferentes matices o palabras. 

Y esa frase, emitida hacia un chaval adoptado, con una herida de abandono preverbal, que necesita sentirse permanentemente en la mente de los demás, es un regalo envenenado. Porque, repetida por todas las figuras adultas, le comunica, claramente, que la única forma que tiene de estar en la mente de sus figuras de referencia y ser querido, es perturbando a los demás. 

Es lo que le funciona, y no hay otra cosa que le pueda funcionar. 

¿Por qué carta creéis que el chaval va a apostar en el curso siguiente? ¿Qué es lo que creéis que va a hacer para satisfacer una necesidad tan vital y poderosa como es PERTENECER PARA SOBREVIVIR?

Como profesionales, tenemos que tener mucho cuidado con lo que decimos, sobre todo, cuando lo decimos desde el sentido del humor o el cariño, porque a las chavalas y a los chavales a los que acompañamos les llega como algo muy importante, dado que se emite desde la seguridad. 

Estamos superando todas las defensas que legítimamente han levantado, y es muy probable que el mensaje llegue con todo su sentido y en toda su intensidad. 

Cuidado con los regalos envenenados. 

qué diferente habría sido una dedicatoria así: 

«Con el tiempo, he ido descubriendo que tienes un gran corazón. Que eres muy sensible hacia el resto de personas, que sabes cuidarlas especialmente bien, y eso te convierte en una persona muy especial. Te llevaré siempre conmigo con muchísimo cariño. Gracias por existir.»

Conociendo al chico, te digo que también habría cuadrado perfectamente con la realidad. 

¿Se ve?

Gorka Saitua | educacion-familiar.com