[…] Un día, el niño a quien nadie quería, cayó a un pozo de arenas movedizas. Estaba aterrorizado ante la posibilidad de morir en la oscuridad, asfixiado. Su madre y su padre, que estaban cerca, giraron la cabeza, le vieron, y siguieron hablando de sus cosas. Y él se quedó paralizado, como si se hubiera convertido en una pesada roca, que se hundía como un cuerpo inerte, que a nadie importaba. […]
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