La fantasía disociativa como recurso de afrontamiento

[…] Todas y todos estamos de acuerdo en que las fantasías disociativas —a saber, esas ensoñaciones con forma narrativa que cubren necesidades en un mundo paralelo o imaginario— pueden ser muy satisfactorias. Pero, ¿por qué llegan a cubrir tan eficientemente esas necesidades? […]

La tendencia habitual parece ser concebir las fantasías disociativas como un “mecanismo de evitación”. Es decir, como algo que emerge, sin control por parte del sujeto, para evitar sufrimientos abrumadores, habitualmente ligados al vagal – dorsal (desconexión, bloqueo o colapso).  

Desde esta perspectiva, la prioridad es ayudar a la persona para crear y sostener las condiciones que permitan minimizar esas fantasías disociativas porque pueden ser “seductoras” y llevarla a permanecer en un lugar cómodo, aunque alejado de la realidad. Son consideradas un problema o, en el mejor de los casos, como un potencial problema que podría causar daños significativos a la persona, a medio y largo plazo. 

Pero, ¿cabría verlas también como un “recurso de afrontamiento”? 

Sí, eso es, justo lo contrario. Como algo con lo que uno puede aliarse, sin miedo a que pase nada malo. 

No sé si voy a ser capaz de explicar bien esto. 

Todas y todos estamos de acuerdo en que las fantasías disociativas —a saber, esas ensoñaciones con forma narrativa que cubren necesidades en un mundo paralelo o imaginario— pueden ser muy satisfactorias. Pero, ¿por qué llegan a cubrir tan eficientemente esas necesidades? 

Creo que la pregunta procede, entre otras razones porque habitualmente le damos una explicación única y simplista. Yatusabes. 

En primer lugar, las fantasías disociativas cubren las propias necesidades porque la conciencia humana no distingue demasiado bien entre la realidad y la ensoñación. Por tanto, si uno se crea un mundo paralelo, puede encontrarse en él otra realidad más segura y adaptada a sus circunstancias. 

Vale, esa es la explicación sencilla. Y parte de razón lleva, claro.  

En el esfuerzo —sí, porque es un esfuerzo— de crear y recrear ese mundo disociativo, hay una narrativa que queda subyugada: la de un sujeto activo, protagonista, que siente que merece algo mejor de lo que le ha tocado en suerte. Es como si una o uno negara la realidad violenta que le hace sufrir, a través del deseo de vivir en un territorio más amable, seguro, o donde sea reconocido con el valor que merece. 

Y eso, amigas y amigos, es una verdadera maravilla. Porque tendemos a ver a la persona que se disocia y se “refugia en la fantasía” —nótense las comillas— como alguien esencialmente pasivo, cuando, en realidad es un constructor de una alternativa que salvaguarda su dignidad y agencia en condiciones extremas, cuando no hay salida ni esperanza, porque —¡atención!— siente que merece otra realidad menos dolorosa o violenta. 

Olé tus ovarios, morena.

Los que nos hemos disociado como palomos en garras de halcón lo sabemos. 

Maldita sea, ¿por qué nos perdemos esto?

Las fantasías disociativas, tan denostadas, pueden ser, también, una forma de mantener el movimiento del sistema nervioso autónomo y de la mente, en condiciones de amenaza. Es decir, que cuando el cuerpo impone un bloqueo o un colapso, y este se prolonga demasiado en el tiempo, es necesario articular recursos que permitan a la persona afectada moverse y permitirse las cotas de plasticidad cerebral que son esenciales para unos mínimos de salud mental y la vida. 

Hablamos de recursos que se articulan en un estado carencial, cuando no se dispone de suficiente acceso a la función ejecutiva. 

Y las fantasías disociativas, casi siempre, generan ese movimiento. En ese entrar y salir de la imaginación, en ese recrear mundos y situaciones, la persona puede sentirse competente, querida, acompañada, que pertenece, que tiene esperanza, digna, protagonista de una historia que merece la pena, con una espiritualidad que le llena… y todo eso mueve el sistema nervioso de forma fabulosa, impidiendo el terrible atasco vagal – dorsal, que puede amenazar la integridad mental e incluso la vida. 

Ya sabéis lo que digo siempre. Estar bien cuando las cosas van mal, es preservar el movimiento. 

Y ese movimiento facilita la salida y el reencuentro con la vida. 

No es extraño, tampoco, que cuando uno se va a ese mundo imaginario o de fantasía, pueda conectarse más íntimamente con su deseo identitario. Es decir, con lo que quiere ser en el futuro. Y esto es la caña. Porque, en muchas ocasiones, ese deseo —que primero se cubre en la fantasía pero es posible llevarlo a la realidad— puede ser la semilla que genere un ser humano nuevo, que enfrente y rompa el techo de cristal que le viene impuesto por su clase social, sus circunstancias o las expectativas asociadas a su familia. 

Ser resiliente, en condiciones extremas, pasa por la confianza de que las propias necesidades pueden ser cubiertas. Antes de tener relaciones reparadoras o sanas, hay que sentir que uno puede merecerlas. Y eso se construye, a menudo, a través de la fantasía disociativa. 

Pero, claro, verse como alguien tan poderoso que supere el peso de toda una sociedad, a menudo, implica cierto distanciamiento disociativo de la realidad, en edades tempranas o no tan tempranas. 

A los hechos me remito: pocas personas llegan a cotas de poder, influencia, dinero, relevancia, que superen ampliamente los logros de sus mayores. Es muy complicado enfrentarse al vacío de lo desconocido, y sostener ese esfuerzo en el tiempo, si no hay un apoyo de cierta irrealidad que hemos construido. 

Es una ida de olla, pero a mí me gusta ver las fantasías disociativas como un pulpo. Sí, un maldito bicho gelatinoso de 8 brazos, algunos de los cuales le conectan con la inseguridad, y otros con la seguridad, dependiendo no sólo de su intensidad o características, sino también de las reacciones del contexto. 

Porque no lo olvidemos, alrededor de la persona que se “evade” —mal dicho— a su “mundo imaginario” —mal dicho, de nuevo— hay un montón de gente que puede relacionarse con esos estados desde la confrontación y en control, porque no molan, porque sienten que la persona se pone en peligro; o desde el apoyo y la nutrición, porque se observan con curiosidad, sabiendo que se trata de recursos que, más allá del momento, pueden salvarnos la vida. 

Y son estas relaciones de apoyo las que permiten a la persona que vive esas fantasías disociativas, crear y sostener puentes con la realidad, que permitan a la información y al deseo fluir de ida y vuelta, invistiendo ambos espacios. 

Porque la disociación no nos impele tanto a permanecer en el mundo de las rosas —la tendencia natural es a salir de la cueva cuando la realidad es segura, entre otras cosas porque se vive más intensamente la vida allí fuera—, es la soledad, la confrontación y la falta de apoyos reales quienes nos mantienen dentro. 

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

3 comentarios en “La fantasía disociativa como recurso de afrontamiento

  1. Avatar de Teresa Lallana Teresa Lallana

    Guau, así es… es el lugar seguro y posibilitador donde esa realidad anhelada es una opción, de momento en la fantasía pero dar esa experiencia al cuerpo sólo con imaginarla ya es un regalo y un apoyo enormes, sobre todo cuando fuera no existe ese apoyo, sino la soledad, la incomprension e incluso el juicio… La posibilidad de un escenario mejor, la manera de preservar una identidad merecedora que puede desidentificarse afortunadamente de eso tan duro de vivir y de interpretar, donde puedo hacer las cosas diferentes y conectar con esa parte mía que puede (de esta forma de momento porque soy adolescente y no tengo otros recursos a mi alcance si no quiero joderme la vida, pero efectivamente, necesito salir de este colapso que por momentos entra ante no poder ni luchar ni huir…) Por un momento, en esa fantasía dejo de cuestionarme y vivo!!!! Y desde aquí puedo conectar con la Vida, con mi realidad cotidiana… Pues esta fantasía no está tan desligada de la realidad como creemos cuando podemos experimentarla en el cuerpo y desde esta experiencia somatoemocional salir al mundo una y otra vez y abrirnos a la posibilidad de que algo pequeño o un gesto sencillo nos reconecte con esta posibilidad experimentada en el cuerpo y nos conecte de nuevo con la Vida y con nuevas posibilidades, sabiendo que eso tan duro que experimento y esto que «sueño despierta» no son excluyentes, sino todo lo contrario… Bendito recurso que me mantiene conectada a esta parte mía y me permite seguir implicada en la vida, con ganas de seguir en lugar de desistir de la vida… Esa fue mi experiencia que viví con gran apertura y conectada a la Vida hasta que empecé a escuchar sobre disociación y que eso significaba no estar en la realidad ni conectada conmigo misma… ¡¿Cómo?! Sin pararse a preguntarte si quiera como este recurso me ayudó… (qué gratuita es la interpretacion muchas veces…) y como lejos de desconectarme de mí misma, me dio la oportunidad de hallarme completa, conectada… vaya que sí… mi cuerpo lo sentía y lo jugaba en mi cotidiano… Gracias por esta mirada, Gorka, GRACIAS

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