La escoria

[…] A veces, la disociación puede ser una forma de conexión; y no es ajena a la seguridad que la persona necesita. […]

«Qué asco. Me va a tocar comer con la escoria.»

Fue escucharlo, y casi pudo escuchar como su dignidad impactaba en el suelo, rompiéndose en mil pedazos. Le hubiera gustado responder, decir que no toleraba de ninguna manera ese tipo de trato, pero el cabrón que lo había vilipendiando era poderoso y tenía a todo el grupo de su parte. Enfrentarse, cagarse en sus muertos o, mejor aún, partirle la cara, era exponerse a la expulsión del grupo y vagar sólo, bajo la mirada y el juicio del resto de la escuela, como alma en pena  que se lleva el diablo. 

Y no hay amenaza que más conecte con la vergüenza que la soledad y la expulsión hecha visible en un sistema cerrado. 

Se quedó blanco, se paralizó, quizás como forma de poner la distancia necesaria entre la agresión y su persona, como forma de cerrar el paso a un mensaje tan demoledor (“di lo que quieras, yo no soy como tú; no pienso entrar en este juego perverso; ya se hará justicia, maldito seas, y te juro que sobreviviré para verlo”). Pero, a partir de ese momento, todos los lazos con el grupo —que había tolerado la agresión y reído la gracia— se rompieron. 

Pasó a estar sólo, muy sólo, aunque aparentemente acompañado. Permanecía con un grupo que ya no era el suyo, quizás porque cambiar de amigos era una forma de dar la razón a los maltratadores (“si me piro sería como aceptar que hay algo malo en mí, y que soy la escoria que con tanta crueldad nombraste”), o exponerse al escrutinio salvaje que implicaba deambular solo. Pero ese grupo distaba mucho de ser un lugar amable y seguro: a ratos, se escuchaban burlas, se le hacía el vacío, y daba igual lo que dijera, nada tenía importancia. 

Necesitaba protegerse y rellenar, de alguna manera los vacíos que dejaban sus necesidades básicas (pertenencia, estima, dignidad, agencia, etc.) en un momento de la vida en el que era crítico lograrlo. Pero estaba sólo y, lo que es peor, atrapado como una rata en un agujero. 

Era escoria a la vista. Basura maloliente.

Así que empezó a refugiarse en una fantasía. Al principio, era una fantasía pequeñita, que aparecía en los trayectos hasta la escuela, mientras escuchaba música. Imaginaba que era, en realidad, un chaval con superpoderes ocultos y que, un día, al ser humillado u observar la humillación de otra chavala o chaval desprotegido, se despertaba en él una furia letal, que lo convertía en una bestia o en un arma blanca contra los agresores. Les daba de hostias, los partía por la mitad con sus brazos, o les arrancaba la cabeza de un puñetazo, para luego, entre estertores, volver a su forma habitual y disfrutar del agradecimiento de las víctimas, antes de que se lo lleve la policía. 

Pero la fantasía disociativa se fue haciendo más y más grande, ocupando más y más espacio. Se estaba bien allí, donde uno pasaba de ser la escoria, a ser el héroe de una película de acción, disfrutando de todo el reconocimiento. 

Sabía que era una fantasía. Que, cuando estaba en ese mundo, su experiencia no era real, pero esa disociación le conectaba con la vida, a saber, con la sensación de ser poderoso, reconocido, valioso, valiente, competente y protagonista. Muy protagonista en un momento en el que había perdido por completo las riendas de su vida. 

La disociación tiene muy mala prensa, porque, según se cuenta, causa mucho daño. Pero, a veces, nos saturamos de mensajes simplistas. Porque, quizás, la pregunta que debemos hacernos no es si la disociación es buena o mala, sino cuáles son las condiciones en las que puede beneficiar a la persona, y cuáles en as que a una o uno se le puede ir la castaña por completo. 

Porque la disociación, conectada con la realidad, puede ser también una forma de elaborar un plan de vida. ¿Cuántas niñas y niños se han formulado y mantenido metas gracias a la fantasía disociativa? ¿Cuántas y cuántos han roto así el techo de cristal que marcaban sus legados familiares o los logros de sus progenitores?

Porque, si observamos la historia que hemos narrado y vemos lo que hay entre líneas (en el terreno de “lo real”, que diría Lacan, es decir, más allá del lenguaje o lo simbólico), vemos una disociación en la que hay mucha, muchísima, conexión emocional. Una intensidad sin parangón que moviliza toda la psique, en favor de un futuro maś esperanzador, en la que el protagonista pueda empezar a hacer el bien, tal y como el personaje de su fantasía. 

Es el inicio de un proyecto de vida conectado con el trauma, es cierto, pero también con la voluntad de crear un mundo mejor para quienes han vivido las mismas injusticias. 

Hay un pie en la seguridad —¡que sí!—, al reconocer el recurso disociativo como una fantasía, es decir, como algo que está cubriendo las necesidades ahora, mientras las condiciones son malas, a la espera de otros tiempos. Pero, también, hay mucha dignidad en aquel al que llamaron “escoria” —el que le insultó y los que callaron—, un deseo de cambiar el mundo para que nadie sufra lo mismo que él, y la voluntad de hacerlo. 

Recordad: tenemos el radar muy afinado para la inseguridad, pero somos un verdadero desastre para ver y poner en valor la seguridad que ondea entre bambalinas. 

Creo que la disociación tiene muy mala prensa porque desconfiamos de los recursos que tiene la infancia y la adolescencia. Vemos la defensa y la juzgamos como si fuera algo que acontece en el vacío, sin conexión con seguridad alguna. Es algo que se repite mucho en las formaciones, cuando nos dicen que es “la última defensa” contra el trauma, como si fuera lo más chungo del mundo. Pero, cuando vemos la seguridad que hay en esas mismas defensas, cambia nuestra relación con ellas, el sentido de la urgencia, y aparece una curiosidad y una compasión más sinceras. 

Es decir, el modelo de relación que permite a las personas explorar más allá de las respuestas asociadas al miedo, relajando las protecciones y “conectándonos-conectándoles” —qué bonita expresión— con la vida. 

Si hay protección, hay seguridad. Que no se te olvide esto. 

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

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