El elefante en la habitación 

[…] Tras escuchar cada exposición, apuntad las que consideráis que son las 3 ideas clave de la misma. Poned todas esas ideas una detrás de la otra. Así tendréis un esquema del discurso predominante. Preguntaros qué temas se han omitido, es decir, qué verdades no se han nombrado, porque todo evento social y formativo no sólo habla de algunas verdades, sino que también determina con sus silencios lo que no se puede nombrar. […]

Pues va a ser que tenemos un elefante en la habitación. 

En protección a la infancia no basta con decir cosas que son verdad. También es importante medir dónde colocamos el acento, ¿no?

Por ejemplo, es verdad que las declaraciones de desamparo son, en ocasiones, necesarias. Hay niñas y niños que sufren maltrato, abuso y abandonos muy severos, siendo necesario que intervenga la autoridad para garantizarles unos mínimos de seguridad, protección y bienestar. Sin embargo, tampoco podemos omitir que esas mismas tutelas administrativas cumplen, también, con la función de evitar al sistema del que formamos parte, las adaptaciones necesarias para atender mejor a la población. Porque la preguntas que procede es ¿qué ajustes tendría que hacer el sistema si mañana cambiara la legislación de protección a la infancia y no pudiéramos tutelar?

Que sí, hay preguntas que merecen la pena como experimento mental, porque, mientras no nos las hagamos, seguiremos hablando de cuándo y cómo tomar las medidas de protección, sin considerar el papel que el propio sistema judicial, la administración pública y sus secuaces en forma de empresas del tercer sector, forman en el sostenimiento de la propia desprotección. 

¿O no es verdad que a veces se separa a las niñas, niños y adolescentes de sus familias porque los profesionales les hemos fallado, o porque no existían, ni se les esperaba, los recursos que necesitaban para sostener medianamente bien su situación?

Uno de los casos más flagrantes y evidentes es el de las personas que no tienen vivienda, o que están en una infravivienda. No es extraño que las y los profesionales vayamos a las “casas”, tratando de ayudarles a criar mejor —manda huevos—, cuando, en ausencia de un refugio que les aísle un poco de la lluvia, y les proporcione calor, no es posible criar en condiciones dignas, ni proporcionar unos mínimos de seguridad. Y tampoco es extraño que acabemos juzgando sus “competencias parentales” dejándoles a la altura del barro, optando por “proteger a la infancia” —nótense las comillas— como mejor opción. 

Maldita sea. Ponte en su lugar. 

Pero, claro, la vivienda es competencia del Gobierno Vasco, que, dependiendo de quién gobierne en cada lado, puede llevarse mal con la Diputación. Y en ese caso, no les pidas a los primeros que atiendan a los requerimientos de los otros, que hay que demostrar quién tiene la sartén por el mango, y quién tiene el privilegio de llevar el pantalón. 

La cosa no es sólo decir la verdad, sino EQUILIBRAR LOS ACENTOS para que no se omita una parte de la realidad. Ése es justo el elefante rosa con brilli-brilli que tenemos en la habitación. 

Echad un vistazo, por ejemplo, a las jornadas y congresos en los que habéis estado. Cuidadín con ellos, porque en esos espacios es donde se construye el discurso legitimado en el sector. 

Tras escuchar cada exposición, apuntad las que consideráis que son las 3 ideas clave de la misma. Poned todas esas ideas una detrás de la otra. Así tendréis un esquema del discurso predominante. Preguntaros qué temas se han omitido, es decir, qué verdades no se han nombrado, porque todo evento social y formativo no sólo habla de algunas verdades, sino que también determina con sus silencios lo que no se puede nombrar. 

Por ejemplo, no es extraño que se hable alto y claro de relaciones reparadoras, de vínculos saludables, de programas basados en la evidencia, de los modelos que están de moda, de cursos que lo flipas, o de experiencias profesionales geniales, que han dado unos resultados estupendos, ¿verdad? Es la forma que tienen los que obtienen la mirada, el poder y los contratos de apalancarse en la poltrona, sin morder la mano que les da de comer. 

Pero, ¿qué se omite colocando el acento principalmente en esa realidad?

Date un momento para pensar. 

Que igual también se habla un poco, poquito, de las violencias que sufren las personas, del neoliberalismo avasallador, de las condiciones precarias de las trabajadoras y trabajadores, del racismo de las propias instituciones, de la estupidez de las personas que curramos en ellas, de que la cagamos que lo flipas, del machismo y del trauma invisible que genera en el entorno privado y laboral, de cómo patologizamos las respuestas de las personas que buscan dignidad y justicia, de los fracasos que se explican por la falta de supervisión o de trabajo personal, de cómo la escuela margina y atormenta la diversidad, o de cómo la competición entre empresas que pueden litigar por un contrato público, dificulta una adecuada coordinación, etc. Pero, si no colocamos de forma valiente en acento en estas cosas, seguiremos ocultando esta maldita realidad. 

Eso sí, además colocándonos la medallita dorada, diciéndonos que ya está hecho, que ya lo hemos hablado. Que somos sinceros y que lo estamos haciendo bien. 

—¡Mira, Paco, hay un elefante en la habitación!

—Es verdad, pero mira qué sofá más bonito. Ven siéntate. 

—Es muy blandito. 

—Sí, se está a gusto, ¿verdad?

—¿Nos hacemos un cafelito?

—Venga, y un porrete.

—Estupendo. Genial. 

Sólo digo una cosa. Cuidado con las narrativas preponderantes, porque siempre ocultan la parte más significativa, tenebrosa y turbia de la realidad. Es decir, la que contiene todo lo que nos resulta difícil o incómodo cambiar. 

Ya va siendo hora de unas “Jornadas Piratas” en las que sólo se acepte como ponentes a personas que están en el barro, que no tengan intereses económicos, cabreadas, renegadas, y que sean críticas hasta con la madre que las parió. 

Reflejarían mucho mejor la realidad del sector. 

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

2 comentarios en “El elefante en la habitación 

  1. Avatar de Amparo Gatiflauti Amparo Gatiflauti

    Yo me apunto a esas Jornadas.

    Has dado en el clavo, se habla de protección, y se nos llena la boca de buenas palabras, y se omite que la primera protección, por el bien superior del menor, sería conseguir que su familia tuviera los apoyos y los recursos para seguir en ella.

    Poco se habla, como bien dices, de la violencia que se ejerce ahí desde las instituciones y de cómo se echan la pelota de unas a otras.

    Gracias por traerlo.

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