[…] Sólo cuando vemos estos paralelismos, estamos en condiciones de explorar, en nosotras y nosotros mismos, formas alternativas de regulación emocional adaptadas a lo que las personas a las que atendemos están sintiendo, desde una curiosidad y compasión legítimas, porque también repercuten en nuestro aprendizaje y nuestra historia, tanto personal como de los equipos. […]
Os dejo por aquí el resultado de un ejercicio que hicimos en la formación de Jaén, y con el que trataba de dar a entender las aplicaciones que tiene la teoría polivagal incorporada en la teoría sistémica.

En rojo, los estados del sistema nervioso que tienen que ver con la hiperactivación (lucha o huida), y en gris los que tienen que ver con la hipoactivación vagal-dorsal (desconexión, bloqueo o colapso).
Me parece un ejercicio muy significativo. Al considerar detenidamente las transiciones de estado, podemos los paralelismos que hay entre las respuestas protectoras de los profesionales (sienten que desesperanza y pasan a culparle a ella), con las posibles respuestas protectoras de la madre (siente que no hay nada que hacer y culpa a su expareja).
Buscar un chivo expiatorio es una respuesta adecuada para salir del bloqueo o el colapso. A fin de cuentas, si otra persona es la culpable, puedo rescatar algo de mi dignidad (yo soy bueno y merezco la pena) y mi sentido de agencia (yo puedo hacer cosas para mejorar mi realidad, sólo que hay quien no me deja).
Y claro que funciona. Funciona a las personas a quienes acompañamos y, lo que es más interesante, en nuestros equipos.
Sólo cuando vemos estos paralelismos, estamos en condiciones de explorar, en nosotras y nosotros mismos, formas alternativas de regulación emocional adaptadas a lo que las personas a las que atendemos están sintiendo, desde una curiosidad y compasión legítimas, porque también repercuten en nuestro aprendizaje y nuestra historia, tanto personal como de los equipos.
Los profesionales somos parte de los sistemas que sostienen los síntomas que afectan a las personas a quienes acompañamos.
Ya va siendo hora de verlo.
Ya sé, habrá quien diga que, desde este punto de vista, que implica priorizar los cuidados de los profesionales y las personas que cuidan a la infancia, estamos desatendiendo a las niñas y niños.
Que escuchen:
En este caso, había un niño con un cuadro muy potente de agresividad verbal. Una agresividad que, posiblemente, sea la respuesta natural y más sana a encontrarse sólo en el mundo, o lo que es lo mismo, a cargo de una madre deprimida. Por tanto, cabe preguntarnos, ¿qué pasaría si esta madre puede garantizarle, al fin, los cuidados que necesita?
No es extraño que la infancia se reactive para sostener con vida a unos padres y unas madres a los que sienten morir, o literalmente sentir muertos.
Conclusión: o hacemos la revolución o seguimos maltratando.
¿Se ve?
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
