[…] Poco a poco, dejó de intentarlo. No quería causar más terror, ni más daño. Decidió sacrificar sus necesidades de afecto y ternura para proteger a las personas a quienes generaba un pavor irracional o un pánico ciego. […]
Cuando el brujo lo maldijo, cambió su vida.
Él se miraba al espejo y se veía igual que siempre, con su ropa de colores y su sonrisa. Pero el resto del mundo veía a la muerte. Una muerte vestida con sotana negra y capucha, con su calavera, sus dedos huesudos, y su guadaña manchada de sangre.
La Pelona, la Desdentada, La Parca.
Los peatones que lo miraban daban un respingo y se ponían a cubierto, temblando como niños pequeños que se pierden en bosque. Su aspecto era escalofriante, como la aparición de un enorme depredador con los ojos inyectados en sangre.
Al principio, quería acercarse a ellos, decirles que estuvieran tranquilos, que no era malo ni pretendía llevarlos con él a ningún sitio. Pero, cada cuanto más lo intentaba, más pánico generaba en toda esa gente que le miraba con los ojos de un cachorro paralizado por el miedo.
Poco a poco, dejó de intentarlo. No quería causar más terror, ni más daño. Decidió sacrificar sus necesidades de afecto y ternura para proteger a las personas a quienes generaba un pavor irracional o un pánico ciego.
Pasó el tiempo, y comenzó a sentir el peso de la soledad. Y lo que ésta comunicaba desde las sombras: “eres malo”, “haces daño”, “provocas miedo”. Él que era consciente de esos mensajes que le llegaban como aviones de papel, se reveló contra ellos.
«No soy malo. Sólo estoy embrujado. Dejadme en paz», se decía antes de dormirse.
Pero los aviones seguían llegando, desde los lugares más oscuros.
Llegado un momento de ruptura, el niño al que todo el mundo veía como la muerte, se rompió. Se quebró como un cristal que se precipita contra el suelo, en mil pedazos.
Y gritó. Gritó día y noche. Desesperanzado porque no había un buen final para su historia.
Gritó al mundo que, si se le veía como la muerte, iba a ser la muerte, y como la muerte sería reconocido.
¿Cómo podría este “niño muerte” sentirse de nuevo un niño de colores como antes se había percibido?
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
