¿Acoso escolar en infantil? ¡Pues claro, gilipollas! 

[…] La evaluación del acoso escolar y la articulación de medidas de protección no debería depender nunca de las supuestas intenciones o voluntad de las o de los perpetradores, ni mucho menos de profesionales cuya prioridad es vivir tranquilos y no meterse en problemas. Es el relato y la experiencia de las niñas y niños lo que debe predominar para protegerles rápida y eficazmente. […] 

Una de las formas más bestias de violencia contra las niñas y niños de educación infantil es negar, sistemática e institucionalmente, la existencia del acoso escolar en esas etapas.  

Mirad esta joya extraída de la “Guía de Actuación en los Centros Educativos de la CAPV ante el Acoso Escolar”:  

«Aunque los educadores puedan observar ocasionalmente en Educación Infantil comportamientos y actitudes cercanas al acoso, no parece posible que las características esenciales de éste puedan manifestarse conjuntamente en estas edades. Aún con todo, es necesario apostar para que se trabajen educativamente en las aulas aquellas actitudes y comportamientos que con el tiempo pudieran acabar generando acoso.» 

Pues esperad, que, si se avanza un poco en el texto, mejora la cosa:   

«No hay que confundir el acoso escolar con situaciones de interacción brusca o con otras situaciones perturbadoras de la convivencia (peleas, bromas, riñas esporádicas, vandalismo escolar, enfrentamientos entre bandas).Tampoco hay que confundir las conductas agresivas, entre las que se encuentra el acoso escolar, con conductas perturbadoras que hacen referencia a aspectos como el conflicto, la indisciplina, la disrupción o el desinterés académico que, si bien implican problemas en la convivencia escolar y en el proceso de enseñanza/aprendizaje en el grupo-clase, no necesariamente implican agresión, focalización, recurrencia y victimización (Avilés, 2006).» 

Si leemos entre líneas —y no hace falta ser demasiado lista o listo para hacerlo—, podemos interpretar lo siguiente:  

Primero, que para las autoridades públicas prácticamente no existe el acoso escolar en las etapas iniciales de la escolarización, seguramente porque a las y los agresores no se les presupone la intención de herir, someter o vejar sistemáticamente a la víctima; y segundo, que las competencias para identificación de dicho maltrato y la aplicación consiguiente de medidas de protección para las niñas y niños vulnerados, corresponde exclusivamente a los centros escolares u otros profesionales intervinientes.  

Sin tener en cuenta su experiencia, su estado nervioso, ni su criterio.  

Igual soy un tipo con la piel muy fina, pero me parece increíble que pueda defenderse esto en un documento público en el que se basa la actuación de todos los centros escolares ante situaciones de este tipo.  

Imaginad, por un momento, que aplicásemos estos criterios a la violencia de género. Podríamos exculpar a agresores sólo por no tener conocimiento de lo que hacen o, como se hacía antaño, porque el asesinato se había producido en un momento de enajenación transitoria, seguramente, provocado por la víctima. Pero, lo que verdaderamente me parece terrible, es que, para determinar si ha habido agresiones, aislamiento, marginación, campañas de difamación, y toda esa mierda, tengan que ser las y los profesionales quienes lo acrediten.  

¿Qué veracidad se da entonces al testimonio de la víctima? 

Sabemos que las personas afectadas por este tipo de violencia pueden padecer cuadros de estrés postraumático agudo; pero que esa afectación no tiene tanto que ver con las agresiones que puedan haber sufrido, como con la pasividad, negligencia e incluso violencia ejercida por las personas que deberían haber protegido.  

Nosotros.  

Pues bien, este documento justifica este tipo de revictimización y la hace natural y extensible a la totalidad de los centros educativos del País Vasco. Y mucho me temo que es la norma general en toda España.  

Digo una cosa y me marcho.  

La evaluación del acoso escolar y la articulación de medidas de protección no debería depender nunca de las supuestas intenciones o voluntad de las o de los perpetradores, ni mucho menos de profesionales cuya prioridad es vivir tranquilos y no meterse en problemas. Es el relato y la experiencia de las niñas y niños lo que debe predominar para protegerles rápida y eficazmente.  

No entiendo por qué damos por sentado que debe ser así con las mujeres u otros colectivos que han sufrido y sufren diferentes modalidades de violencia, pero no con las niñas y niños de infantil, cuando sabemos, que es la parte de la población más vulnerable.  

Necesitamos urgentemente una legislación que ponga a la infancia en el centro, por encima de los intereses administrativos y adultos.  

Las niñas y niños de infantil también sufren acoso escolar. Negarlo, es ser parte de este maldito problema.  


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

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