Friedrich Hegel ilustró, en su obra cumbre “Fenomenología del Espíritu”, el trauma que subyace a nuestra organización económica y social.
En 1807, Friedrich Hegel postuló que en el inicio de la historia hubo una lucha primordial. Un enfrentamiento por el dominio de unos sobre otros.
En ese momento, las fuerzas de los contendientes eran equiparables, dado que todavía no existían relaciones de poder.
Pero sí había una diferencia entre ellos: la voluntad de vencer. Uno de ellos estaba dispuesto a dar su vida para ejercer el dominio y el control; mientras que el otro no.
Imaginas quién venció, ¿verdad?
Esto marca el inicio de la Dialéctica del Amo y el Esclavo; y es una explicación fantástica de como el trauma puede afectar a la relación con uno mismo y con los demás.
El amo tiene alteradas sus prioridades para la satisfacción de sus necesidades: prefiere la muerte a perder el control, porque en su cuerpo ha quedado codificado que ser sometido es mucho peor.
Y el esclavo, en régimen explotación, siendo tratado como un mero medio para la satisfacción de las necesidades y el capricho del amo, se ve expuesto a una situación sin salida: siente un profundo odio y rabia hacia el amo, pero no puede enfrentarse a él, porque en esa postura existencial —mato y muero para mantener el control— resulta muy difícil vencer.
La respuesta natural a este dilema, desde el punto de vista del esclavo, es sublimar su rabia a través del dominio de la materia —lo que Karl Marx llamaría fuerza de trabajo—, y creando relaciones de solidaridad entre sus iguales.
[…] A partir de aquí es cuando «se me va» 😉 […]
Esto, si cabe, provoca más malestar en el amo, que se siente solo en el ejercicio del poder, expuesto a críticas que siente como conspiraciones, y amenazado en su dependencia del esclavo para sacar partido a la materia y sobrevivir.
En respuesta, ocurre una división clave entre los esclavos. Porque algunos, por miedo al exterminio, se alinearán con el amo para protegerse a ellos mismos y a sus seres queridos; mientras que otros optarán por una distancia prudente y pequeñas maniobras de subversión y boicot a la autoridad.
Ocurre así una guerra fría entre los diferentes tipos de esclavos, debido a los diferentes recursos que activan para su protección.
Este enfrentamiento, intenso, permanente, doloroso, pero implícito, motiva que los esclavos que son leales al amo denuncien las prácticas subversivas de los otros esclavos, en un intento de proteger su estatus y legitimar la relación con el amo, que es lo que les proporciona seguridad y poder. La respuesta de los esclavos desalineados con el poder, es la exclusión de sus hermanos esclavos de los círculos de solidaridad, y donde se ejerce el dominio de la materia, para limitar su poder.
Se produce, así, un círculo de retroalimentación del miedo, o una situación sin salida, en la que cualquier movimiento es sospechoso, como en un estado policial: haga lo que se haga, rara vez se obtiene una respuesta sincera, que reporte seguridad, alivio o tranquilidad.
No es sostenible. Así que tarde o temprano aparece, de nuevo, el conflicto armado, brutal, caótico, violento, en el que todos sienten que pueden morir. Pero esta vez, las fuerzas están equilibradas, porque a la voluntad de poder del amo se le opone el odio acumulado en los esclavos, no sólo contra el amo, sino también contra otros esclavos a quienes sí sienten que pueden doblegar y vencer. Porque, de alguna manera, agredir a los compañeros esclavos, es saciar al hambre de venganza contra el amo, y destruir su identidad o su poder.
En esta lucha, pueden aparecer esclavos que, por su voluntad de control y poder, y años y años de explotación en uno u otro bando, sientan que es mejor morir que vencer. Y estos son el verdadero enemigo oculto de las fuerzas en el poder. No sólo porque están ahí, agazapados, haciéndose invisibles, esperando su momento, sino porque son el elemento que causa la base de realidad para la ansiedad y la paranoia de todo amo debe de sufrir.
Esta realidad se repite en todos los contextos: en la escuela, en el trabajo, y en las estructuras administrativas y políticas que dan soporte a la sociedad. Es la dinámica que existe de fondo en fenómenos como el bullyng, el maltrato familiar, el acoso laboral, los enfrentamientos como los de Cataluña, o las guerras en el campo internacional.
Pero, paradójicamente, la solución no pasa por ser imparcial. Porque sencilla y necesariamente no existe una posición de neutralidad . Cualquiera que se acerque al fenómeno, siempre lo hará desde una de las 3 posiciones clave: la del amo, la del esclavo alineado con el poder, o la del esclavo rebelde. Y probablemente, sea una postura que tenemos codificada en el cuerpo, sobre la que no podemos decidir.
Es el trauma que venimos arrastrando desde el origen de los tiempos y que nunca, NUNCA, hemos podido sanar.
¿Qué se puede, entonces, hacer?
Yo qué sé.
No es extraño que fuera el propio Hegel quien propusiera esta teoría. Si algo se recuerda de él son sus grandes ambiciones —quería explicar todo lo que existe según un único sistema de pensamiento—, y que llegó a monopolizar toda la filosofía desde su cátedra en Sttutgart; dejando por el suelo a filósofos esclavos como al increíble Arthur Schopenhauer, que tuvo que ser rescatado del cubo de la basura por locos malditos como Friedrich Wilhelm Nietzsche o Sigmund Freud. Ambos del mundo de los esclavos rebeldes que, en su necesidad de rebeldía, quizás habían perdido su miedo a morir.
Vale, lo acepto. Se me ha ido la pinza un rato, pero…
¿Qué piensas tú?
Y sobre todo ¿de qué lado estás?
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
