Es imposible abstraerse de algunos de los debates que la actualidad nos impone. Últimamente se ha estado hablando mucho sobre la conveniencia o no de los deberes escolares, un tema que nos afecta mucho tanto a niños, como a adolescentes y adultos. A los primeros porque los “sufren” a diario, y a los mayores tanto porque los hemos “sufrido” durante muchos años, como porque nos hacen sentir mal cuando vemos a nuestros hijos e hijas esforzándose encarecidamente tras una dura jornada de trabajo. Pero ¿qué sentido tienen los deberes escolares? Intentamos aportar algo más de luz a esta difícil pregunta.
Pero… ¿Son los deberes escolares buenos o malos? ¿Aportan más cosas positivas o negativas? Sería demasiado presuntuoso por nuestra parte intentar ofrecer una respuesta definitiva y cerrada a dos preguntas tan complicadas. No obstante, sí que nos sentimos capaces de aportar algo más de luz a este debate, destacando algunas ideas importantes, que raramente aparecen en los medios de comunicación, o en los debates que se producen en las redes sociales.
En primer lugar, es importante que rechacemos una idea habitualmente presente en este tipo de discusiones, y que apenas tiene fundamento científico o contrastado: los niños y niñas tienen que hacer las tareas escolares en casa para que desarrollen su “sentido del deber”. La ideología implícita en esta afirmación postula que los niños y niñas expuestos a obligaciones tempranamente desarrollan mayores cotas de responsabilidad, y serán más disciplinados en el futuro. Te suena y parece convincente ¿verdad?
Hagamos un ejercicio. Date un minuto y vuelve la mirada sobre ti mismo o misma. Intenta identificar alguna tarea que te dé especial pereza y que hagas de cualquier manera. Nos valen todo tipo de cosas. En el caso de quien escribe, por ejemplo, puede ser pasar el polvo, planchar o utilizar adecuadamente un archivo de documentos en formato papel. En tu caso ¿cuáles serían?
Ahora imagina que alguien te impone hacer esas tareas todos los días, durante, por ejemplo, 3 meses, quitándote tiempo de las cosas que te gustan: estar con tu familia, hacer deporte o de salir con tus amigos y amigas. Imagina que además esa persona evalúa todos los días si lo has hecho bien o mal, sin demasiado entusiasmo ¿Te ayudaría a ser más disciplinado o disciplinada en este sentido?
Probablemente no. Entonces ¿por qué se considera esto válido para los niños y niñas? Las tareas estandarizadas y repetitivas no fomentan el “sentido del deber”, máxime cuando restan tiempo para hacer cosas más saludables y divertidas. El trabajo por obligación, descontextualizado y muchas veces sin sentido, sólo consigue socavar aún más si cabe la motivación natural por aprender y por ir superando progresivamente los diferentes retos que naturalmente impone la vida.
Los niños y niñas no necesitan obligaciones ni “sentido del deber” para afrontar las tareas que les resulten aburridas o repetitivas. No necesitan “sacrificarse” para aprender a hacer las tareas que les resultan desagradables, sino que necesitan extraer motivación suficiente para afrontarlas con seguridad y de manera positiva. Pero eso es contenido para otro artículo.
Lo curioso de este asunto es que todo esto no es algo nuevo. Desde principios de siglo han existido escuelas como la Institución Libre de Enseñanza, o las que siguen el Método Montessori, entre otras muchas, que han puesto en práctica estos principios, demostrando a la comunidad educativa que el aprendizaje de la responsabilidad se produce de otra manera: uniendo o motivación intrínseca, compromiso social, relaciones de cooperación y sentido. Y tanto la investigación científica como los currículums de las carreras universitarias de pedagogía, magisterio o educación social, así lo avalan.
Entonces… si sabemos todo esto ¿qué narices estamos haciendo?
De nuevo, no es nuestro objetivo responder a esta pregunta en este artículo, pero no podemos evitar pensar en que los deberes normalizan el trabajo fuera de horas, ayudando de alguna manera a crear ciudadanos más acomodados a las condiciones abusivas que imponen algunas empresas, con horarios laborales que superan con creces las condiciones legales o prefijadas en los contratos, y que legitiman el “trabajo por objetivos” tan encumbrado por los gurús del sistema económico tan competitivo que padecemos. Los deberes, vistos de la manera más tradicional, son un engranaje más de la maquinaria que nos hace más desmotivados, menos críticos, menos rebeldes y mucho más infelices.
Además, los deberes muchas veces aumentan la brecha existente entre los niños y niñas de las clases más pudientes, respecto a sus compañeros y compañeras de clases más desfavorecidos o desfavorecidas, vulnerando un principio tan básico como el de igualdad de oportunidades. Digámoslo sin cortapisas, los niños y niñas que disponen de recursos cuentan con más facilidad con un espacio dedicado expresamente a los estudios, y con alguien que les ayude con las tareas escolares, bien uno de sus progenitores o un profesor particular. En cambio, sus compañeros más pobres suelen tener padres o madres más ocupados o preocupados por los problemas cotidianos, cosa que en términos generales dificulta que estén disponibles para acompañar a sus hijos o hijas a la hora de hacer los deberes. Y estas diferencias, a la larga, contribuyen a que se maximicen las diferencias en el rendimiento escolar de unos y de otros ¿De verdad queremos esto? ¿a quién crees que puede interesarle?
Pero ¿significa esto que deberíamos erradicar de un plumazo y definitivamente los deberes escolares? No necesariamente. Los deberes, en su justa medida, adecuadamente coordinados por el equipo educativo y utilizados de manera adecuada, pueden ser una herramienta muy eficaz para que los padres y las madres de los niños y niñas se impliquen en el aprendizaje y en las tareas de la escuela, creando un importantísimo puente entre los dos pilares más sólidos que sustentan la educación de los mismos. Y esto sí que es garantía de aprendizaje significativo.
Eso sí, para que resulten positivos, consideramos que deberían respetarse las siguientes condiciones, que no por repetirlas una vez más carecen de sentido:
- Refuerzo puntual. En ocasiones tienen sentido como refuerzo de aprendizajes clave que por diferentes motivos, no se han consolidado suficientemente en la escuela.
- Los deberes tienen sentido si el estudiante decide cuándo es el momento para emprender la tarea, y no hay una fecha cerrada para la entrega o revisión del trabajo. El o ella saben el trabajo que deben sacar adelante, permitámosles que elijan cuándo necesitan de nuestra ayuda para completar su aprendizaje.
- Trabajo por proyectos. Cuando los deberes se asocian con aspectos de la realidad a los que tengan acceso los niños y niñas bien en sus respectivos domicilios, bien en un entorno abierto acompañados por sus padres, complementándose las limitaciones inevitables de la escuela. Imagina que tu hijo te pide ir a la playa a ver un atardecer, porque está estudiando los movimientos de los astros ¡fascinante!
- Conexión con los intereses de los niños, niñas o adolescentes. Aunque suene extraño, los deberes deben resultar una tarea agradable y gratificante en sí misma. Y es que una de las principales tareas de la escuela debería ser crear ciudadanos que disfruten del crecimiento, de la curiosidad y de motivación por aprender durante toda su vida.
- Garantía de implicación de las familias. Es importante que las familias estén informadas, interesadas y dispuestas a colaborar con esta modalidad de trabajo. Y por supuesto, que respalden el ideario curricular de la escuela.
- Evaluación comprensiva. Que destaca los aprendizajes que los niños y niñas han logrado a través de esta experiencia, motivándoles a superar su desempeño, destacando con mucha más intensidad sus logros que los errores que hayan podido cometer por el camino. Nos encanta esta metáfora: corregir con el bolígrafo verde, en vez de con el rojo.
En este sentido sí. Así los deberes son compatibles con la escuela que todos deseamos. Una escuela comprensiva, motivante, colaboradora y eficaz de cara al aprendizaje.
Finalmente, como complemento para esta reflexión, te recomendamos que veas el siguiente vídeo. No tiene desperdicio.
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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com