Manifiesto frente al síntoma

1. El síntoma no es un fallo, es un mensaje.
Aunque sea enigmático o brutal, merece ser escuchado antes que corregido.

2. No todo tiene que ser explicado.
Hay un resto inasimilable que debemos custodiar sin reducirlo a categorías técnicas.

3. El vacío también educa.
Sostener la falta abre espacio para que la persona imagine y simbolice su experiencia cuando esté preparado.

4. El experto no resuelve, acompaña.
Mi lugar no es el de quien da sentido definitivo, sino el de quien se atreve a esperar en el no-sentido.

5. La agencia se respeta en su fragilidad.
Cada niño, niña o adolescente conserva el derecho a ser autor de su propia narración, incluso si hoy no tiene palabras.

6. Las instituciones no deben capturar al síntoma.
Cuando se convierte en “caso”, “diagnóstico” o “expediente”, corre el riesgo de fijarse como identidad. Mi tarea es resistir activamente esa captura.

7. El síntoma también es vínculo.
Se sostiene en dinámicas familiares, escolares e institucionales. Señalarlo no es culpabilizar, sino devolver responsabilidad compartida.

8. El tiempo importa.
No todos los dolores se elaboran en el calendario institucional. Custodiar el ritmo subjetivo es un acto de respeto.

9. El lenguaje puede abrir o clausurar.
Cada palabra sobre el niño escribe un futuro anticipado. Elegir palabras que abran caminos, en vez de cerrarlos, es una forma profunda de cuidado.

10. Mi ética es la del testigo.
Estar presente, sin huir, cuando aparece lo insoportable. Dar fe de que esa experiencia existió y merece ser acompañada, aunque no tenga solución inmediata.

* Éste es el único artículo del blog escrito con inteligencia artificial, tras conversación con ChatGPT.

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Sobre corporativismo y resistencias al cambio 

[…] Quizás por eso nos empeñamos en ver la realidad exclusivamente a través de las lentes que nuestra profesión nos impone: es el territorio donde nos sentimos protegidos, en alianza con los que supuestamente son los nuestros. Y seguramente por eso somos violentados cada vez que interpelamos a la intuición o a otras materias para comprender qué hostias está pasando. […]

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Cuando se pierde el derecho al bajón, ¿qué queda? 

[…] Pero las cosas son todavía peor, porque esa respuesta caracterizada por desinflarse en una aparente apatía también es objeto de sanciones. Porque, ante los ojos que no saben nada de los movimientos del sistema nervioso autónomo —por muy “profesionales” que supuestamente sean—, pasa por negligencia ante las necesidades básicas. […] 

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Al borde del abismo: sobre la fragilidad de las partes protectoras 

[…] Mi recurso para hacerme visible fue dibujar, pero no para disfrutar de la creatividad o expresarme, sino tratando de hacerlo perfecto. Por eso, siempre dibujaba prácticamente lo mismo: unas caras cómicas que me quedaban fenomenal, pero que eran demasiado parecidas, porque no me atrevía a explorar más allá de lo que me hacía sentir reconocido. De hecho, vivía con pavor que se descubriera que era un fraude. […] 

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