[…] Si empujan a la niña o niño a enfrentar sus miedos, pueden causarle un tremendo sufrimiento porque para la niña o el niño el objeto identificado como terrorífico se siente como una amenaza vital. Pero, si por el contrario, las madres y los padres optan por protegerlo ante esos miedos aparentemente irracionales, estarían reforzando la idea claramente irracional que la peque o el peque tiene de ese objeto como algo terrible, dañino o peligroso, yendo en contra del criterio de realidad. […]
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