[…] Cuando se me salió el corazón, lo recogí apresuradamente, antes de que lo viera nadie.
Lo coloqué en su sitio como pude, con mucho dolor a través de la herida. Miré a mi alrededor para asegurarme de que no había nadie, y abandoné el lugar tembloroso, dejando un charco de sangre púrpura en el suelo. […]
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