Objetivos y pseudomentalización

[…] No sé si alguien se te ha acercado alguna vez así. Podría ser un vendedor de enciclopedias, el buitre de dientes perfectos y traje que aparece cuando entras a una inmobiliaria, la psicóloga de los servicios sociales, o este escombro de educador familiar. […]

La gente pone unas caras que lo flipas cuando digo que los objetivos son una forma evidente de violencia profesional e institucional porque, entre otras cosas, nos invitan a funcionar en un modo teleológico de mentalización. 

Ya sabes, esa movida en la que un profesional —por tanto, en una posición de poder— se acerca a alguien que sufre desde la postura de “me pongo en tu lugar para lograr algo” —habitualmente un cambio de conducta que permita a ese profesional triunfar —, y no porque te lo merezcas, ni porque respete, honestamente, de verdad, tus recursos, tus protecciones, o las decisiones que has podido o puedas tomar. 

Los objetivos subyugan la curiosidad —se omite la información que contradiga la forma ya elegida de “intervención”— y la compasión, porque uno no puede pararse a sentir al otro cuando, en realidad, lo que desea es ejercer presión. 

No sé si alguien se te ha acercado alguna vez así. Podría ser un vendedor de enciclopedias, el buitre de dientes perfectos y traje que aparece cuando entras a una inmobiliaria, la psicóloga de los servicios sociales, o este escombro de educador familiar. 

Sea como sea, la experiencia es sumamente desagradable. Aparece, primero, el asco, como si oliese a vómito de pimientos rojos y, si la puerta no se abre, un cañonazo en la boca podría ser una forma legítima de solución. Pero, si hay detrás una apisonadora —para que nos entendamos: la institución—, la respuesta más habitual puede ser una suerte de sometimiento vagal-dorsal, al encontrarse una o uno ante una amenaza inquebrantable que no puede gestionar. 

Mirad, yo no soy más listo que nadie. También tengo un pasado vergonzoso en el que confié en los objetivos como un elemento imprescindible de mi profesión, pero, luego, abrí mi consulta privada, y me di cuenta de que trataba mejor —con más cariño, respeto, cuidado, y con metodología más coherente— a las personas que pagaban por mis servicios. Y, coño, eso no puede ser. 

No puede ser. 

Descubrí, en un contexto sin limitaciones, el daño que podían causar los objetivos (implícitos, explícitos o perversos, es decir, aquellos que pretenden manipular), y desde entonces, me he negado a seguir unas directrices que raramente coinciden con las demandas reales de las familias y personas a las que acompaño, porque éstas son lógicamente cambiantes según el día, la hora, y el estado anímico en el que estén. 

Me da igual si hay avances o no, porque las personas también tienen derecho a quedarse en el equilibrio en el que están. Coño, ¡quiénes somos nosotros para determinar el camino que una persona debe seguir, y los ritmos que le van a venir bien!

Seguir unos objetivos que no se corresponden con la verdadera demanda es, a todas luces, una mierda pinchada en un palo, que aleja a las personas del proceso como el olor a heces en el WC del Bilbo Rock. 

A mí lo que me flipa es que esto no se vea en mi contexto profesional, y que sigamos hablando de objetivos como si fueran una brújula adecuada para guiar los procesos de acompañamiento o, peor dicho, “de intervención”. 

¡Aghhh!

Tratamos a las personas como si fueran piezas en una cadena de montaje, y luego nos quejamos de que articulen “resistencias” —me descojono— en legítima respuesta a las fuerzas que hacemos para doblegarlas, ejerciendo las cotas de poder que nos da un título que demuestra que tenemos aprendizajes que de nada sirven ¡de nada! para acompañar su dolor. 

¿Pero qué mierdas hacemos?

En la práctica, los objetivos sólo satisfacen a profesionales que desean tecnificar su trabajo, muchas veces para sostener sus cotas de influencia o poder. Pues vale, pontelos en tu vida, y luego me cuentas si te han servido para algo; pero no impongas a la peña más vulnerable un recurso que ni siquiera te aplicas tú. 

Hacéroslo mirar. 

Por favor. 

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

3 comentarios en “Objetivos y pseudomentalización

  1. Avatar de noisilyjoyous9a55fca71d noisilyjoyous9a55fca71d

    muy cierto lo que planteas Gorka. Probablemente desde la sanidad pública ponemos objetivos para poder tener «una guía » (o una excusa?) para dar el alta…..no sé pero cuanto menos sería interesante replantearnoslo. Muchas gracias por compartirlo!!!

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