Intensito de mierda

[…] —Claro, es que las familias muchas veces nos dicen que el síntoma no acontece en el domicilio familiar. 

—Seguramente sea porque es verdad. Es muy probable que el síntoma no esté presente en la familia, porque es contextual y está ligado, soldado, a las relaciones que acontecen en el aquí y ahora. […]

Si me pudiera quedar con un momento del curso del lunes en Zaragoza, para el sistema educativo de la Comunidad de Aragón, elegiría en el que hablamos de cómo acuden las familias a las escuelas para recibir malas noticias. Con el esquema de la teoría polivagal en la pizarra, se lanzó la pregunta, y parece haber unanimidad a la hora de señalar que, casi con seguridad, acuden con las sensaciones viscerales asociadas a la AMENAZA (impotencia y desesperanza asociadas al hecho de enfrentarse a un peligro demasiado grande para activar las defensas, o para cuya gestión no puede hacerse nada). 

Esto nos llevó a preguntarnos por qué las escuelas resultan un lugar tan amenazante para las familias que cobijan, cuidan y protegen a las niñas, niños y adolescentes que manifiestan una sintomatología preocupante como, por ejemplo, comportamientos agresivos o de evitación que les llevan a hacer lo posible para salir de la clase. Y se llegó a dos conclusiones que, una vez formuladas, parecen evidentes e inevitables, pero que no suelen ser suficientemente consideradas en estos contextos: es normal que se sientan así, porque las familias NO PUEDEN HACER NADA con la sintomatología que acontece en la escuela, y que la entidad escolar es un “animal” DEMASIADO ENORME y anquilosado, como para que las personas afectadas puedan gestionar la relación con ella, e influir en las decisiones que se puedan tomar. 

—Claro, es que las familias muchas veces nos dicen que el síntoma no acontece en el domicilio familiar. 

—Seguramente sea porque es verdad. Es muy probable que el síntoma no esté presente en la familia, porque es contextual y está ligado, soldado, a las relaciones que acontecen en el aquí y ahora. 

«Hostia puta», se pudo escuchar en posterior silencio. 

Eso nos llevó a hablar sobre la violencia institucional intrínseca al entorno escolar. Una violencia —eso lo digo yo ahora— que es muy difícil de captar porque hemos naturalizado o normalizado determinadas formas de funcionar que provienen desde la época de la ilustración, es decir, bajo el episteme del despotismo ilustrado: hay un poder superior que tiene el monopolio del conocimiento, y que debe imponer a la población qué es lo que debe conocer, saber hacer, o cómo se debe ser para el buen funcionamiento de la sociedad bebé capitalista. 

A ver, que me pierdo. Lo que quiero decir es que me pareció un gustazo que en una formación en la que estaban presentes profesoras/es, orientadoras/es, inspectoras/es e incluso altos cargos de la administración educativa, se pudiera hacer evidente el elefante en la habitación: es decir, el hecho de que el sistema escolar ejerce un modelo de VIOLENCIA que nos pasa desapercibida, pero que, sin embargo, está en el meollo de muchos de los mal llamados “trastornos de la conducta” que se observan en la escuela. 

Dicho esto, me encantó escuchar a los participantes afirmar, con absoluta libertad, que por muy buenas que sean las intervenciones ante una familia que se siente amenazada, es muy probable que no se queden con prácticamente nada, y que incluso este tipo de reuniones acaben siendo iatrogénicas (que causen daño, en vez de beneficio), entre otras cosas, porque no se da tiempo a que los adultos responsables hagan la “digestión” sobre lo que están recibiendo. Y que hay que plantearse hacer las cosas de otra manera. 

Pensad en qué es lo que pasa cuando una familia recibe, en este estado, que el chaval agrede, que no se concentra nada, o que la escuela está preocupada por su salud mental. ¿Qué movimientos creéis que puede haber luego en casa? No sería extraño presuponer que estas afirmaciones o indicaciones acaben posicionando a la familia —que debería ser un refugio seguro— del lado de la escuela, que tanto aborrece el alumno que está haciendo esfuerzos ingentes para protegerse de ella o de los peligros y amenazas que se encuentra en ese contexto. Eso implica un patrón de respuesta donde la rigidez está casi garantizada. 

Y esa rigidez suele ser, precisamente, la que provoca que el síntoma empiece a emerger o expresarse también en casa. Y que iguale en términos de poder a la escuela y a la familia, porque nadie puede hacer nada, obligando a ambos a jugar la partida en el mismo equipo, pero contra el alumno que se agota resistiendo los embates de dos enemigos que, en su alianza, se han vuelto formidables. 

Con el “beneficio” de que la escuela, ahora, pueda juzgar más duramente si cabe a las familias, reprochándoles la incapacidad que ellos mismos en su ignorancia —que no necesariamente mala voluntad— han generado. 

Joder lo que acabo de decir. Dale una vuelta. 

Escribo esto ahora y, como el lunes a eso de las 11,00 h, se me ponen los pelos de punta. Porque estoy cansado de verme impotente ante escuelas que son incapaces de mover ficha, abrumados por las emociones que les reporta el problema. Pero veo cómo en contextos formativos, donde pueden observarse los acontecimientos sin ser seducidos por la narrativa de la urgencia, estas cosas SE PUEDEN TRATAR y empezarse a considerar con otros ojos. 

Con ojos de intensito de mierda. 

Porque es lo que soy. Pero ya sabéis, como dijo Lacan, Sartre o Deleuze, que ya no me acuerdo: 

«Si saben como me pongo, ¿para qué me invitan?»

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

4 comentarios en “Intensito de mierda

  1. Avatar de clearlyunabashedcb74a8b5a3 clearlyunabashedcb74a8b5a3

    Gracias, gracias, gracias, por esto. Llevo años sintiéndolo, sufriéndolo, diciéndolo… pero creo que nunca he sido capaz de hacerme entender más allá de reflejar la impotencia de una madre con un hijo «vago » y «disruptivo» en el colegio y (con los años) en casa… Gracias, porque las madres intensitas con hijos intensitos nos podemos ver de una manera más amable a través de tus ojos.

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  2. Avatar de dependabletotally2bba8b2dc5 dependabletotally2bba8b2dc5

    Impecable como narras lo q como profesional de la orientación implicada en trastornos de la conducta llevo tiempo intentando hacer entender a los centros. Muchas gracias por la formación de Zaragoza y todo lo q tu mirada crítica y divergente me aporta y a la vez reconforta.

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