[…] Un escaparse de las manos que, en la mayor parte de las ocasiones, no tiene tanto que ver con las respuestas protectoras que esté mostrando, sino con el miedo que éstas han despertado en las figuras adultas, que ha interrumpido la mentalización, dejando en la práctica a la niña o el niño solo, o con unos padres que sólo ven el síntoma sin tener acceso efectivo al mundo interior de la pequeña o el pequeño. […]
Entiendo que no hay tiempo para todo, pero lo que no puede ser es que, en los cursillos previos a la adopción, sólo se hable de las necesidades de las niñas y los niños adoptados.
Que sí, que lo importante son las necesidades de la infancia, claro, leches en vinagre, pero éstas difícilmente se pueden satisfacer en un sistema familiar desregulado. Y la adopción, por sus características diferenciales tiene un potencial gigantesco para desregular a una familia entera.
Para mí, un sistema familiar desregulado no es al que puntualmente se le va la olla, y se hiperactiva o se cae en el pozo —eso no sólo es inevitable, sino también saludable—, sino el que permanece rígido, enclavado en las mismas actitudes protectoras que se retroalimentan en un ciclo sin fin del que es muy complicado salir si no quitamos el “automático”.
Pasar a “modo manual”, ¡casi nada!
Por ejemplo, si una niña o un niño es hijo biológico de una pareja, es más que probable que se produzca eso que la teoría psicoanalítica llama “investidura narcisista”, que en boca de la gente simple como yo, no es otra cosa que proyectar en la pequeña o el pequeño las características de las personas adultas que molan a esos mismos progenitores. Por eso se llama así, es como ponerles un vestido que mola protones, hecho al gusto de sus mayores, que permite reconocerlos como propios entre una multitud de extraños.
Ese vestido tiene cosas malas, por supuesto. Es de los primeros procesos que obligan a la niña o el niño a renunciar a parte de su “esencia” para satisfacer las necesidades de las figuras adultas, sintiéndose reconocido y validado por las personas que le quieren y le dan seguridad, es decir, asegurarse de que pueda acceder cuando sea necesario a un refugio seguro. Pero también ayuda a las madres y a los padres a sentir seguridad en la crianza porque, si la niña o el niño “es como yo” o “como mi pareja”, sus reacciones protectoras me resultarán familiares o podré darles un sentido profundo a la luz de mis propias experiencias internas.
Un curso acelerado sobre mentalización aplicada que facilita bastante las cosas.
Pero, ¿qué pasa cuando una niña o un niño adoptado se protege de determinadas formas que los adultos no reconocen como propias?
La pregunta procede, ¿verdad? Sobre todo, porque, como ya he dicho en anteriores ocasiones, no hay nada que dé más miedo a un padre y una madre que el hecho de que su hija o su hijo se proteja de forma diferente a lo que él o ella han hecho. Es como enfrentarse con una nave averiada al vacío del espacio.
«¿Y ahora qué… qué hacemos?»
Y éste es un fenómeno muy común en niñas y niños adoptados, no tanto porque efectivamente activen recursos diferentes, sino porque los progenitores difícilmente se ven reflejados en este tipo de actitudes, sintiendo que el chaval o la chavala se les “escapa de las manos”. Un escaparse de las manos que, en la mayor parte de las ocasiones, no tiene tanto que ver con las respuestas protectoras que esté mostrando, sino con el MIEDO que éstas han despertado en las figuras adultas, que ha interrumpido la mentalización, dejando en la práctica a la niña o el niño solo, o con unos padres que sólo ven el síntoma sin tener acceso efectivo al mundo interior de la pequeña o el pequeño.
Solo, con una más que probable herida de abandono, a saber, con la sensación de que el abandono sufrido en edades muy tempranas, a veces preverbales, puede volverse a producir, porque una o una hace las cosas mal o “es insuficiente”. Y el refugio seguro se tambalea, activando con más fuerza si cabe las mismas respuestas protectoras, o más intensas, según el caso.
¿Se ve el círculo vicioso?
No es extraño que, en estas condiciones, las familias caigan en la desesperación o se les funda los plomos, y acaben en unas condiciones de elevando sufrimiento en las que sólo caben respuestas de lucha o huída, colapso o el agotamiento más absoluto. Con la sensación añadida de que todo el proyecto conjunto de vida —un gran factor de unidad para la familia— se resquebraja, y que se carece de control sobre lo que haga o deje de hacer la chica o el chico. Y ya sabéis lo que pasa cuando los vínculos familiares flaquean: se ponen en marcha las lealtades familiares para meter en el redil a los diferentes sujetos, con la amenaza sutil sanciones que, de no servir, pueden dar paso a la amenaza de expulsión o la expulsión propiamente dicha.
Y estos son los procesos que están detrás de muchas de las mal llamadas “adopciones fallidas”, porque no es que la adopción haya fallado, sino que las familias y las niñas o niños adoptados no han podido disfrutar de la formación ni del apoyo necesario para percatarse de estos procesos y regular su sufrimiento.
Ya sabes, si la adopción es lo que falla, no tenemos que cambiar nadita, nada, las figuras profesionales. El chiringuito sigue intacto.
El cuento de siempre, en el que siempre salen perjudicados los mismos.
Porque los seguimientos de adopción son lo que son, ¿verdad? Burocracia para cumplir la ley, muy lejos de lo que verdaderamente demandan y/o necesitan las familias.
Pues bien, de esto y de otras cosas hablaré en breve en la Universidad CES de Medellín, Colombia, en el “Tercer Encuentro Internacional sobre Adopción” (21 y 22 de Noviembre) subtitulado “¿Cómo Acompañar a las Familias Adoptivas”, en compañía de maravillosas profesionales.
Es OnLine, así que igual puedes apuntarte: https://www.ces.edu.co/educacion-continua/congreso/3er-encuentro-internacional-sobre-adopcion-como-acompanar-a-las-familias-adoptivas-en-la-crianza-los-aprendizajes-y-las-terapias/
Dadme ánimos, cabronas y cabrones. Es mi primera experiencia internacional, y estoy temblando.
Gracias @conectarte, por confiar en mi trabajo.
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*Nota: sé que he sido muy simplista, pero a veces hay que serlo para explicar algunas cosas.
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Gorka Saitua | educacion-familiar.com
