[…] Quizás por eso nos empeñamos en ver la realidad exclusivamente a través de las lentes que nuestra profesión nos impone: es el territorio donde nos sentimos protegidos, en alianza con los que supuestamente son los nuestros. Y seguramente por eso somos violentados cada vez que interpelamos a la intuición o a otras materias para comprender qué hostias está pasando. […]
Por muchas veces que se diga, son pocas:
Cuanto más se especializa una figura profesional en una materia del conocimiento, más alejado está de la complejidad del fenómeno que tiene enfrente. Y, en consecuencia, más posibilidades tiene de cagarla aplicando las técnicas que le han enseñado.
El principal motivo de que estemos divididos en categorías profesionales no parece que sea mejorar la calidad del servicio, o garantizar un mínimo de seguridad a las personas a las que atendemos, sino preservar los INTERESES ECONÓMICOS o de PODER de las personas que han hecho inversiones de tiempo y dinero similares.
Sólo observa los niveles de autocrítica que se observan en la mayor parte de los colegios profesionales, en contraposición con la mala leche que emerge ante cualquier forma de intrusismo profesional. ¿Qué comunica esto?
No quiero decir que no haya que contar con unos mínimos para ejercer determinadas profesiones —no me entendáis mal—, ni que no merezca la pena estudiar y esas movidas, pero sí quiero destacar que la realidad es mucho más que lo que acota una determinada materia del conocimiento.
«La realidad es mucho, mucho más de lo que acota una determinada materia del conocimiento.»
Pensad que una materia es poco más que un conjunto de teorías —supuestamente no falseadas—, con cierta coherencia entre sí, que permiten explicar de manera simplificada determinado tipo de fenómenos. Y ahí, justo ahí, está el valor de la teoría: en su poder de SIMPLIFICACIÓN que es, en última instancia, lo que permite dominar la realidad con la menor cantidad de recursos invertidos.
Sí, es la economía, amigas y amigos: tratamos de dominar la realidad con “formulitas” muy chulas, que conectan con nuestros intereses profesionales, pero que limitan nuestro acceso a la realidad y al conocimiento.
Y difícilmente renunciamos a esto porque, si lo piensas, reconocer toda esta vaina es poco más que pegarse un tiro en el cerebro. Un suicidio profesional que nos arrastra a la pobreza junto con las personas que dependen de nuestro sueldo y a las que queremos.
Quizás por eso nos empeñamos en ver la realidad EXCLUSIVAMENTE a través de las lentes que nuestra profesión nos impone: es el territorio donde nos sentimos protegidos, en alianza con los que supuestamente son los nuestros. Y seguramente por eso somos violentados cada vez que interpelamos a la intuición o a otras materias para comprender qué hostias está pasando.
Yo, por ejemplo, no puedo ir a una reunión con otros profesionales desde una postura crítica hacia la psiquiatría; y no estoy legitimado para hablar en determinados contextos de epistemología. Y lo peor de todo es que este sello en la boca está NATURALIZADO.
«Qué estás diciendo, imbécil. Tú a lo tuyo, que nos pones en riesgo a todos con tus mierdas.»
Porque, no lo olvides, colega: la división en profesiones es una de las formas más eficientes de mantener el estatus quo, entre otras cosas porque prioriza los intereses corporativistas respecto a las necesidades de las personas que están sufriendo. Impide que determinadas ideas y motivaciones alcancen una MASA CRÍTICA que haga inevitable el cambio. Porque, coño, cualquier cambio implica que determinados profesionales, agrupados bajo un epígrafe, hagan algún tipo de esfuerzo. Un esfuerzo que no se va a querer hacer si no está debidamente reconocido, regulado y pagado.
Hostia, la economía de nuevo. Qué movida.
O que parte de nuestro trabajo comprenda funciones tradicionalmente atribuídas a otras profesiones.
Ay no, que se enfadan. Vaya lío.
Eso quizás explica parcialmente por qué tantas y tantos profesionales de los servicios sociales pensamos que el sistema es una mierda, pero no hacemos nada para cambiarlo. Por qué la negligencia se ha convertido en la maldita norma. Una norma amparada por los intereses corporativos inevitablemente unidos a nuestras formas de conocimiento.

Así que, para terminar, dejadme que diga una cosa:
Hay que ser muy valiente para aventurarse en otras materias. Pero, sobre todo, hay que ser una verdadera o un verdadero héroe para dejar paso a la INTUICIÓN FORMADA que permite el ACCESO HOLÍSTICO AL FENÓMENO.
Porque, más allá de lo que logramos explicar, ¿alguien se está preguntando QUÉ y CUÁNTO nos estamos perdiendo?
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Gorka Saitua | educacion-familiar.com
