[…] Pero, también, hay una parte de esas fracasadas y fracasados a los que, hostia, les ha ido bien. Y no sería una locura pensar que en ese éxito ha tenido algo que ver, como factor significativo, el mismo fracaso escolar. […]
Igual el fracaso escolar no es cómo lo imaginamos. Oye tú.
Tendemos a pensar que las niñas, niños y adolescentes que fracasan en la escuela forman parte de un continuo que cumple con los criterios y parámetros estadísticos de una curva normal. Como si esa posición que uno ocupa entre los miembros de una misma aula pudiera predecir, de alguna manera, las oportunidades o el éxito que uno va a poder disfrutar en el terreno laboral o personal.
A ver, a ver…
Y, quizás, si tomamos valores como la media o la mediana estadísticas, esto puede tener algo de sentido. En una muestra poblacional grande, es lógico pensar que, quizás, a las personas que peor les ha ido en la escuela, van a estar —como norma general— un poco más jodidas, ¿no? Pero también sabemos que, en determinadas poblaciones, especialmente si son o forman parte de sistemas complejos, las cosas no funcionan así. Y no funcionan así porque están sometidas al impacto de acontecimientos y eventos que destruyen la capacidad de predicción de la curva de Gauss, introduciendo el caos y la incertidumbre en la ecuación.
La cosa es que, a mí, lo que se cuenta no me cuadra. No veo que el éxito en los exámenes prediga con demasiada precisión él éxito que alguien puede tener. Sobre todo, teniendo en cuenta que el éxito es una variable líquida, cuyo significado no sólo varía en las diferentes personas, sino también en función del estado de ánimo y en el momento en el que estén.
Ay, Diosito, lo que acabo de decir.
No sé, pero la cosa es que uno va por el mundo preguntando cosas a la peña que admira y cada vez se repite más una historieta corta: la de una niña o un niño que en la escuela le iba mal. Le iba mal en los estudios, porque no estaba integrado o porque la abuela fuma en pipa, pero le iba mal. Y ahora —al menos para mí— es la hostia con cebolla, mira tú.
De hecho, me cuesta neutrones y protones admirar a la peña que ha tenido una carrera normal. A saber, esa lucha por aprender de lo que otros dicen y certificar ese conocimiento con las buenas notas o los títulos que emite cualquier tipo de institución.
Coño, es que salen todas y todos cortados por el mismo patrón.
No dudo que haya una población significativa de fracasados escolares a los que la escuela le ha jodido la vida. Que han salido de allí como fracasados y la sensación de que no valen ni para tomar por culo, y que ahora están dando palos, traficando con drogas o metiéndose un pico en un portal.
Pero, también, hay una parte de esas fracasadas y fracasados a los que, hostia, les ha ido bien. Y no sería una locura pensar que en ese éxito ha tenido algo que ver, como factor significativo, el mismo fracaso escolar.
¿Ein?
Que sí, cojones de pato. Escucha.
Hay algo que no se ve, que no se narra y que no se escucha. Y es la historia de resistencia de tantas y tantos alumnos que padecen fracaso escolar. Porque, ¿cómo sobrevive un alumno descolgado, desconectado de las clases, que recibe por parte de ese contexto que es insuficiente o muy deficiente y que no llega el nivel de los demás?
Uno puede creerse ese discurso, claro. E imagino que es lo peor que puede hacer. Porque la escuela es una representación arquetípica del mundo adulto y, si uno no confía en ella, si no tiene esperanzas de conectarse con ella, puede ir encaminada o encaminado directamente a la exclusión. Cuando uno no tiene referentes en los que confiar, la supervivencia se convierte en anestesia (las drogas) o aniquilación (el suicidio).
Pero, también, uno puede mandar a tomar por culo a esos adultos que lo maltratan, y entrar en íntima confrontación para defender la propia dignidad. Estará en clase jodido, rabioso, pensando que todo es una mierda, que lo que dicen de él y de su capacidad no es representativo, y que él haría las cosas mucho, muchísimo, mejor. Porque otro mundo es posible, a pesar de lo que uno ha tenido que sufrir.
Uno vive, así, en confrontación con el sistema que le maltrata. Un sistema que es la representación arquetípica, repito, del mundo adulto y de la autoridad. Por eso, cuando estas personas crecen y encuentran su propio camino —no el que otros les impusieron—, vas a flipar. Porque saben que pueden vivir en oposición a la injusticia, han estado en el infierno de la exclusión y saben que pueden sobrevivir.
A ver si va a ser que la variable clave para el éxito no son las notas, sino la capacidad de oponerse y reestablecer la propia dignidad. La resistencia al maltrato desde la autoridad.
Es un acto de fe, pero os juro que creo, a pies juntillas, en el valor del fracaso escolar bien entendido. Bien atendido. Bien acompañado. A saber, el privilegiado lugar que da a las personas el hecho de haber sido tratados sistemáticamente como una mierda y haber desarrollado recursos maravillosos para diferenciarse y sobrevivir.
Recursos que, ante la peña poco ilustrada son carencias, defectos, falta de educación o, mierda en lata, un trastorno desafiante por oposición.
Sois la gente a la que admiro.
Sois la gente con la que quiero estar.
Sois la peña que os cargáis, a hostia limpia, el poder predictor de la curva normal.
Quizás la cosa no sea evitar el fracaso escolar —eso perpetúa el problema al señalar al fracasado desde la carencia—, sino en ayudar a las alumnas y alumnas que peor lo llevan, a fracasar bien, con dignidad.
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
