Dejad que mueran en el mar

Nuestro más sincero homenaje al patrón del pesquero Madre de Loreto, que se ha sublevado contra las autoridades para entregar a las personas que rescató en el mar a un puerto seguro. Y lo ha conseguido. Ésta va por ti, compañero.

Me ha sorprendido encontrarme con el concepto de “CAMPO”.

Según parece, surge en los años 40, cuando los supervivientes del holocausto comienzan a dar testimonio de las barbaridades y la ignominia que han sufrido.

Viene de la idea de que los campos de concentración y de exterminio implicaban un estado de excepción respecto a la aplicación del estado de derecho. Constituían un territorio al margen, en el que no existía lo legal, ni lo ilegal.

Esto abría la posibilidad de que se cometieran los más terribles abusos, amparados por la más terrible despersonalización. La aplicación de toda la maquinaria y la racionalidad instrumental del estado con el fin de producir la mayor cantidad de cadáveres, al menor costo. Eficiencia y productividad.

Pero un “campo” no se crea de la noche a la mañana. Ni por casualidad.

Se construye en diferentes fases, para no alertar a la población.

La primera fase es la ANULACIÓN DE LA PERSONALIDAD JURÍDICA de un grupo de personas. Los documentos de identidad no valen. No se reconoce la ciudadanía. No se pueden ejercer los derechos básicos, ni actividades normales para el resto de la población.

La segunda es LA ANULACIÓN DE SU VALOR MORAL. Identificar a ese grupo de personas con características o sucesos violentos o deshonrosos. Pensar al otro de manera reduccionista, obviando que también tiene sus ideas, deseos, sentimientos y valores. Y por supuesto, un código moral.

La tercera es la DESPERSONALIZACIÓN. Que es la antesala de la muerte. Y en sí mismo, un asesinato simbólico. Implica no un trato despectivo, sino una negación de la condición humana. Reducir a los hombres y a las mujeres a la categoría de bestias, productos, problemas, o mera fuerza de trabajo.

Si observamos la deriva actual en el trato a los flujos de personas inmigrantes o refugiadas, está clarinete. Claro que sí.

Cuando se niega un permiso de residencia, o se supedita a que se sea “mano de obra” necesaria o cualificada. Cuando se da más valor a unas pruebas de determinación de la edad, que han demostrado ser poco precisas e invasivas, que a la documentación de los niños, niñas y adolescentes que migran solos. Cuando se puede perder la ciudadanía, y por tanto derechos fundamentales, al perder el trabajo y dejar de generar riqueza para otros, más buenos y perfectos. Cuando se dilatan innecesariamente los procesos para obtener la documentación personal, a través de subterfugios o de acuerdos ilegítimos con las administraciones de los países de origen. Cuando se ejercen devoluciones en caliente, o se determina que la línea de frontera la marca, arbitrariamente, la línea de policías “tó mazaos”, con porras y pistolas, que defienden la maldita valla. Porque ante la miseria y el hambre, las alambradas con cuchillas nunca van a funcionar.

Cuando se señala al colectivo de manteros como chivo expiatorio. Y se les hace responsables de la crisis del pequeño comercio. Cuando sale una mierda de pelea en el telediario, y se permite que toda la población se ponga en contra. Cuando se habla de “efecto llamada”, pero no de personas vulnerables o necesitadas. Cuando se permite señalar como “alerta migratoria”, que lleguen a la ciudad unos cuentos autobuses con personas en tránsito. Cuando sale el alcalde alertando a las personas que dan alimento y cobijo a estas personas, de que hay que ser responsables y dejar a las administraciones actuar. Cuando se utilizan como propaganda política unos atentados. O cuando el velo se convierte súbitamente en un símbolo que dispone a toda la “sociedad de derecho” —nótese la ironía— en contra de una niña, impidiéndole disfrutar de las clases con normalidad.

Y por último. Cuando se deja de hablar de personas, sino de “problema migratorio”. Cuando se utiliza la guerra de Siria para señalar que, oye, cuidado, que fijo que hay “algunos” terroristas entre ellos. Cuando se hace ver que cualquiera es sospechoso o sospechosa, que cuidado que el moro que lleva una mochila. Que a saber lo que hay dentro. Cuidado con esos. Los señoritos, blancos, los españoles, y los que compran en el Corte Inglés o el Mercadona, primero. Que las ayudas públicas se las llevan los otros, los de fuera, los demás.

Y así es como se crean las condiciones para crear un “campo”. Un lugar al margen de la legalidad e ilegalidad. Que funciona como una eficiente fábrica de cadáveres. Sin coste pero con el máximo beneficio. Ahora ya ni siquiera hay que construir Auswitch o Mauthasen, que cuestan una pasta. Ni producir, ni comprar, ni transportar el Zyklon B. El trabajo sucio de esquilar, quemar, enterrar, y vuelta a empezar, no lo tienen que hacer un grupo selecto de judíos que se pueden poner chulos, sino que lo hace con gusto el maldito mar.

Puedes verlo o no. Pero si todavía no lo tienes claro, no tengo tan claro si eres un maldito psicópata, o sencillamente subnormal. Pero que sepas que si permites que se cree un “campo”, donde los derechos humanos no valen nada, que sepas —tú que sólo miras por lo tuyo— que en algún momento a ti también te va afectar.

¿Se ve?


Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

3 comentarios en “Dejad que mueran en el mar

  1. Bibiana Alvarez

    Sublime, Gorka. Que repasó más increíble y que triste realidad la que nos presentas en este post. Emocionante y desgarrador, frustrante e indignante. Espero y deseo que este baño de realidad toque la conciencia de los dormidos, de los borregos, de los “buenos” que con su silencio y su omisión se convierten en esbirros de las mentes más perversas e inhumanas. ( De los subnormales, vamos)

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    1. Gracias Bibiana. La cosa es que si vemos todos estos sucesos por separado, uno a uno, es difícil darse cuenta de lo que está pasando: que maltratamos a las personas extranjeras y que estamos siendo partícipes, directa o indirectamente, de algo que no dista demasiado de un genocidio organizado. Y, sinceramente, no tengo la sensación de estar exagerando.

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  2. Pingback: Lo que la escuela no cuenta: «Las personas que os quieren están dejando morir a otros niños y niñas en la mar» – educación familiar

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