[…] Madurar como orientador familiar es aceptar que no existe manera de guiar a la infancia ni a las familias del punto A al punto B; pero tampoco hay forma de asegurarse que ese punto B sea más deseable, porque todo lo que acontece o aparece en la vida de las personas se sitúa en un contexto ecológico relacional complejo, en el que los besos y las hostias saltan de flor en flor, como abejas puestas de LSD, o como un mapache a full de RedBull con vodka. […]
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