[…] Porque, cuando ponemos la mirada en los problemas, se produce un curioso fenómeno: el estado nervioso de todas y todos cambia al habitual que emerge cuando aparece el problema, de manera que sólo pueden confiar en las soluciones que tradicionalmente han articulado, por lo que nos metemos, de lleno y sin remedio, en la misma rueda del hámster en la que estábamos atrapados. […]
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