[…] En estas condiciones, es normal y saludable que ella me imponga un límite, en plan, oye, aita, no me colonices la mente, el relato y mis atribuciones, que no eres —ni quiero que seas— el ejército de Israel, ni el Departamento de Estado de los EEUU. […]
Seguir leyendo «El mito de la empatía»
