Matar al héroe

[…] Querámoslo o no, hay determinadas narrativas que se nos imponen para dar sentido a nuestras vidas. Y el escaparate es, cada vez, más escaso. Y esto es un maldito problema, porque, en ausencia de narrativas divergentes, alternativas o, yo qué sé, compensatorias, ¿qué pasa cuando uno no logra encajar en ellas? […]

El mundo nos impone determinadas #narrativas que condicionan la percepción que tenemos de nosotras y nosotros mismos, del mundo, de las relaciones, y la forma como enfrentamos y tratamos de resolver los problemas. 

Son historias que nos creemos, de las que no nos percatamos, pero que subyacen a muchos de los malestares que padecemos; e inevitablemente están unidas a un modelo económico y social asociado a determinadas estructuras de poder. 

Fíjate, por ejemplo, en el 95 – 97% de las películas de Hollywood, desde Star Wars, a la Historia Interminable, pasando por La Lista de Schindler. No hace falta que te esfuerces demasiado por buscar. Todas, repito, todas ellas se basan en el mismo guión y en la misma historia arquetípica: “el viaje del héroe”. Un pavo —normalmente un hombre, no parece casualidad, aunque ahora empiezan a aparecer también mujeres— al que se describe como un sujeto bastante normal, aquejado de una serie de problemas que le reafirman en su vulnerabilidad, sufre un evento que le lanza a un largo viaje, en el que tiene que enfrentarse a múltiples peligros que le van proporcionando, progresivamente, más habilidades y un mayor poder, hasta que enfrenta un último gran reto que le convierte en alguien que, vivo o muerto, cambia para bien el mundo, y se convierte en un ejemplo para todo el género humano, destacándose principalmente su persistencia, su poder y su fuerza de voluntad.

Es una historia en la que hay personajes principales —mira qué movida— y personajes secundarios que le ayudan, pero que no colaboran en condiciones de igualdad. No vaya a ser que le resten algo de mérito o diluyan en alguna medida los méritos que le pudieran hacer destacar. 

Es, para que nos entendamos, la historia de Heracles o de Aquiles llevadas a la gran pantalla, con unos pequeños ajustes en cuanto a la localización, los enemigos, y el premio que se puede ganar. O la que impulsa Llados, y toda esa serie de vendehumos apestosos que te salen en YouTube. Y, claro, tiene todo el sentido del mundo, porque su relato, por muy torpe y cutre que sea, encaja en la población joven y vulnerable especialmente bien. 

Querámoslo o no, hay determinadas narrativas que se nos imponen para dar sentido a nuestras vidas. Y el escaparate es, cada vez, más escaso. Y esto es un maldito problema, porque, en ausencia de narrativas divergentes, alternativas o, yo qué sé, compensatorias, ¿qué pasa cuando uno no logra encajar en ellas?

Porque héroes que sean venerados, que triunfen, y se lleven a la princesa y un Lambo, no puede haber demasiados, ¿verdad? 

¿Cómo estructurar la vida cuando uno fracasa en el “viaje del héroe”? ¿Qué queda después? ¿Qué mirada recibe uno cuando flaquea, y se echa para atrás, o decide ser, sencillamente, el mapache graciosillo y un tanto gilipollas que apoya al héroe y perece en el camino, aceptando el olvido de los espectadores y de la sociedad?

U otras cosas que ni siquiera encajan en esta historia de buenos y malos, de héroes y villanos, de protagonistas y personajes secundarios, de músculos y belleza perfecta, o de un legado que cambia la humanidad. 

Ya te lo digo yo: el vacío, la más absoluta nada, porque no quedan ya historias, narrativas alternativas que nos puedan acoger. Y eso, amigas y amigos, es un verdadero problema de salud mental. Porque gran parte del sufrimiento humano se explica, precisamente, por la soledad y la desmotivación que padecen las personas que no encajen en este modelo que, en última instancia, refuerza valores que tienen que ver con ser más productivo y brillar en el único código que pueden comprar los demás. 

Cosa de la que no estamos libres quienes curramos en intervención social, educación o saud mental, coleguis, tantas veces aquejados por el síndrome del salvador, una versión descafeinada del héroe, que necesita hacer evidentes sus malditos logros para brillar más que el sol. Ni las madres o padres, cuando sentimos a nuestras hijas e hijos desamparados porque no siguen este patrón.

Porque esta mirada del contexto, facilita que tengamos una buena relación con algunas partes protectoras que, de alguna manera, se acoplan a estos valores, mientras que relegan a otras, quizás más vulnerables, quizás seguidoras, quizás melancólicas, quizás contemplativas o espirituales, al destierro más cruel. Pero necesitamos de todas ellas, sin culpa, sin vergüenza, para enfrentar los diferentes retos que nos impone la realidad. 

Hoy en dia, madurar es, en cierto modo MATAR AL HÉROE. Asesinarlo. O, al menos, darle una buena manos de hostias —a veces, parece que es el único lenguaje que está dispuesto a escuchar— para relegarlo a un segundo plano, y rescatar el sentido que tiene la vida para esas otras partes que, hasta la fecha, han sido subyugadas, denostadas, menospreciadas, por nosotras y nosotros mismos, al habernos tenido que adaptar a los requerimientos de una sociedad capitalista y patriarcal. 

Masivo, bro.

Y, ya que estamos, cuidar de relatos alternativos que ensalcen otros valores, o los contrarios, como los cuidados, la ternura, la melancolía, el seguidismo, la mediocridad, la traición o la maldad. Sí, amigas y amigos, a veces hace falta verse como un cabronazo para ser más precavidos o compasivos ante esta maldita realidad. 

Ojo con lo que he dicho. 

A fin de cuentas, hay una historia trágica tras la leyenda del Minotauro, quizás Saturno tenía sus buenas razones para zamparse a sus hijos —mira cómo acabó—, a Dioniso se le iba la olla con razón, y no es del todo descabellado que Hera se pusiera de tan mala hostia teniendo en cuenta los agravios que le impuso Zeus. Todo depende de cuánto seamos capaces de sostener la curiosidad. 

Y todo eso no son viejos cuentos de seres sobrenaturales, sino un reflejo de nuestra actual humanidad. 

Porque, ¿qué narrativas arquetípicas sostienen, a fecha de hoy, otras formas de ser, de estar o de funcionar?

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

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