La magia que es, y existe


[…] todas y todos nosotros podemos reconocernos como habitantes de diferentes mundos. Lugares […] caracterizados por tener su propia estructura de coherencia […] e implicar un modelo diferente de estado de consciencia. […]

Hay una diferencia clave entre el SER y el EXISTIR.

ES todo lo que tiene, al menos ante la mirada de nuestra mente, una esencia no contradictoria.

EXISTE todo lo que se manifiesta como real en un determinado mundo.

(Diferencia basada en una conferencia de Stéphane Vinolo, a quien admiro profundamente como profesor de filosofía).

Hay cosas que SON, pero no existen (por ejemplo, la nada o lo desconocido); y hay cosas que EXISTEN pero no son (por ejemplo, la familia, una ensalada o la consciencia subjetiva: conceptos imposibles de encerrar en una esencia concreta).

Pero lo interesante de todo esto no es tanto el juego que puede hacerse a través de estos conceptos, sino que todas y todos nosotros podemos reconocernos como HABITANTES de DIFERENTES MUNDOS. Lugares —si pueden llamarse así— caracterizados por tener su propia estructura de COHERENCIA (cierta previsibilidad que los hace abarcables y comunicables hacia otra experiencia humana) e implicar un modelo diferente de ESTADO DE CONSCIENCIA (porque la propia subjetividad se experimenta de manera diferente).

Por ejemplo, todos pertenecemos al mundo de las cosas físicas, en el que tenemos un cuerpo formado por materia, y en el que está materia que nos sustituye es alterada por el imperativo del tiempo y la entropía, requiriendo de energía e información para mantenernos en equilibrio y vivos.

Aquí, la coherencia viene dictada, en gran medida, por lo que se nos ha revelado a través del método científico, que tiene una capacidad de predicción asombrosa en lo que respecta a los avatares de la materia. Y eso es maravilloso, sin duda.

Pero no sólo habitamos este mundo, sino que simultáneamente estamos también en otros mundos o universos que, de experimentarse con mayor plenitud, también condicionan íntimamente la experiencia que tenemos sobre la realidad y sobre nosotras y nosotros mismos.

Por ejemplo, este texto está en el mundo de lo virtual, una especie de universo paralelo, tan real como el primero, en el que la ciencia tiene cierta presencia, pero ya no presenta el monopolio de la coherencia ni del poder predictivo. Sin embargo, aquí, entre avatares que condicionan nuestra subjetividad y la relación con las otras y los otros, se da, también, cierta predictibilidad en su funcionamiento, aunque el nivel de incertidumbre percibido parece más intenso.

Habitamos, también, el mundo intrasubjetivo o, lo que es lo mismo, nuestra experiencia subjetiva íntima, a saber, la experiencia consciente en el interior de nuestra mente. Me refiero a todo lo que tiene que ver con la falta, el deseo, y las formas que tenemos para lidiar entre lo que jamás vamos a tener y la posibilidad de vivir plenamente en esa carencia a través de los significados que impone la cultura, o que se construyen en la relación con otras personas; pero también con las formas que tenemos de protegernos, no sólo ante la posibilidad de que se frustre ese deseo, sino también de la inseguridad, el peligro y la amenaza, que nos proporciona irremediablemente la relación con el mundo, con nosotras y nosotros mismos, y las actitudes de las y los otros.

Habitamos, también, el mundo de la fantasía, que está a caballo entre el deseo y los caminos que ha creado la cultura para satisfacerlo, sin comprometer el equilibrio que disfrutamos todas y todos. Una especie de pastilla azul que nos hace sentir que, ante la necesidad, podemos recurrir a una droga que nos ayude a experimentar ciertos niveles de satisfacción Sue no llegan, jamás, a cubrir nuestras faltas. Cómo la vida misma.

En ocasiones, nos deslizamos hacia el mundo de las ensoñaciones o del sueño. Un caótico lugar en el que acontecen historias casi imposibles de narrar, y en las que nos imbuimos de manera muy similar a como las personas psicóticas experimentan sus estados más críticos: sin unos límites claros asociados a la corporalidad, sin oportunidad de predicción, y sin significantes que puedan captar y comunicar debidamente nuestra experiencia. 

O el mundo de la espiritualidad, en el que una o uno puede sentir como su individualidad se diluye en el vacío, y tiene la experiencia de formar parte del todo, en comunión con todos los seres inertes y vivos. O en el que el sujeto —ahora menos “sujeto”— puede tener la oportunidad de entablar un diálogo vívido con las personas significativas de su vida que tristemente han fallecido, sintiéndolas que forman parte de él y de su camino.

Hay otros mundos que también habitamos, a parte de los que hemos nombrado: el mundo de las relaciones, el mundo de las historias que nos componen (que coloco en otro lugar diferente a lo intrapsíquico), o el del amor (qué potito), dependiendo de dónde queramos colocar sus fronteras. Pero hay dos mundos que, por su conexión con la nada o los ausencia, parecen ser especialmente difíciles de habitar, máxime cuando en ellos existen un montón de cosas que, por definición, NO SON y NO PUEDEN SER, aunque, sin duda, EXISTAN.

Me refiero al mundo de lo DESCONOCIDO-DESCONOCIDO (lo que no sabemos que desconocemos), y al de LO INCONSCIENTE (que, por su propia naturaleza evade los símbolos y significantes que lo podrían contener y expresar, convirtiéndolos en partes de otro mundo cuya exploración no sea un problema).

Ambos mundos aparecen como espacios vacíos ante la razón o la inteligencia, porque no tienen acceso a ellos. Pero eso no significa que no sean territorios que no se puedan explorar con otros recursos como, por ejemplo, el arte, la intuición, las sensaciones corporales o la curiosidad que conecta con un asombro del que toda nuestra formación nos ha ido divorciando, entre otros.

Y, para más inri, existen PUENTES ENTRE DIFERENTES MUNDOS. Caminos por los que puede transcurrir la información entre mundos y experiencias que parecen irreconciliables, y desde dónde emerge la MAGIA al transitar entre estados de conciencia, experiencias de la subjetividad, y diferentes formas de estar en coherencia. Porque, ¿qué es si no la magia, sino observar otras maravillas que parecen imposibles desde la lógica que hemos estado habitando?

La magia puede ser el mundo espiritual visto desde el de las cosas. O el de las cosas siendo explotado con curiosidad desde las historias que nos contamos. O el de la fantasía invadiendo el inconsciente. O el de lo desconocido descubierto en las relaciones. O el de los sueños explorado desde una resonancia magnética funcional. O el de las partículas que emergen de un vacío cuántico que nadie ha tocado.

Sea como sea, la magia existe. Y es nuestro deber mirar fuera de los mundos dónde estamos cómodos, en casa, en la familia, el trabajo, para maravillarnos con las puertas que se abren con destellos de colores, permitiendo el acceso a otros mundos.

Quizás sea la magia lo único que nos permite habitar simultáneamente en diferentes mundos, o pasar, con la debida fluidez, entre ellos. Y en esos pasos se esconde gran parte de nuestra vida: la vida secreta de las personas, que no se comunica por miedo al rechazo de las personas ancladas en otros mundos.

Y a ti, ¿qué te sugiere esto?



Gorka Saitua | educacion-familiar.com

2 comentarios en “La magia que es, y existe

  1. Avatar de dependabletotally2bba8b2dc5 dependabletotally2bba8b2dc5

    La «magia existe» es una frase que repetía mi hija de pequeña así que en principio me ha conectado con la ternura y la posibilidad de que los niños menos contaminados por la cognición y más libres que los adultos tengan más facilidad para mirar, ver captar y transitar por otros mundos . No se si he captado lo que quieres trasmitir pero eso me ha sugerido tu reflexión.

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