[…] Pero también pienso que, si alguien se atreve a hablar así, habla muy mal de lo integrada que tiene la teoría sistémica, y de lo mal que está situado el contexto profesional al que se dirige, que tolera este tipo de burradas. […]
Cada vez que oigo a alguna o algún profesional decir “ya sabemos lo que va a pasar”, me entra cagalera.
Lo normal es que me calle, porque no suele ser bien recibido que se le llame imbécil a nadie, y quiero conservar mi salud mental y mi trabajo; pero me quedo con la sensación de que tengo una conversación pendiente con esta tipa o este tipo.
Una conversación o unas hostias, depende del contexto.
Tengo la hipótesis de que, cuando una figura profesional habla así, no se trata tanto de un juicio de valor bien meditado, sino de una forma de protegerse de la inseguridad inherente a este trabajo. Pero también pienso que, si alguien se atreve a hablar así, habla muy mal de lo integrada que tiene la teoría sistémica, y de lo mal que está situado el contexto profesional al que se dirige, que tolera este tipo de burradas.
Porque, amigas y amigos, a nada que uno haya estudiado, es para partirse la caja.
Descojonarse vivo.
Es evidente que los seres humanos tenemos una asignatura pendiente con la teoría de la probabilidad. Se nos hace prácticamente imposible medir los riesgos. Y en las carreras que cursamos las y los profesionales del ámbito social, no se incide para nada en ello. Con el añadido de que las realidades con las que trabajamos no responden a los criterios de los problemas simples —en los que a partir de unas premisas o datos se obtiene una única solución a un problema—, sino a los de los problemas complejos.
Y estos problemas complejos están expuestos a una variabilidad tremenda, tanto debido a factores internos como externos.
Por ejemplo, algo que solemos omitir cuando hacemos predicciones en el ámbito de la intervención social son las CUALIDADES EMERGENTES de los sistemas complejos. Y es normal que lo omitamos en nuestros informes, porque parece cosa de magia. Me refiero a esa propiedad que tiene la complejidad de hacer aparecer una cualidad que no puede explicarse, ni de coña, por la recombinación de las cualidades o variables previas.
Quizás, el ejemplo más loco de cualidad emergente es la AUTOCONCIENCIA. Es decir, esa certeza interna que supuestamente tenemos cada una y cada uno de nosotros de ser nosotros mismos, y no otra persona. ¿De dónde diablos proviene eso?
Pero no hace falta irse al plano metafísico para encontrar ejemplos de este tipo de movidas. Por ejemplo, no es extraño que padres profundamente ausentes —de estos que participan en nuestros procesos obligados— que aparentemente rechazan a sus hijas o hijos, o pasan olímpicamente de ellos, empiecen a sentir el amor que nunca habían experimentado tras transitar un proceso de duelo.
Pero esta IMPREDICTIBILIDAD asociada a los sistemas complejos no sólo se relaciona con cosas que pasan en el interior de ellos. También están permanentemente expuestos a ACONTECIMIENTOS que pueden desestabilizar el equilibrio que han podido sostener durante años e incluso una vida entera. Es lo que Nassim N. Taleb llama los CISNES NEGROS.
No recuerdo muy bien cómo lo define Taleb —la base de datos de mi cerebro no es nada fiable—, pero yo me he quedado con la idea de que un cisne negro es un acontecimiento inaudito que destruye tanto el equilibrio como todas las predicciones que han hecho los seres humanos, y que sólo cobra sentido visto en retrospectiva, en plan, “vistos los huevos al toro, es macho”.
Pero, ¿si un acontecimiento es inaudito, por qué considerarlo?
Porque, coño, aunque el cisne negro, sucio o lleno de mierda, sea en sí mismo algo muy poco probable (prácticamente imposible), lo que SÍ ES MUY PROBABLE es que suframos las consecuencias de alguno entre todos los malditos cisnes negros. Que son prácticamente infinitos, dadas las propiedades recombinatorias, circulares y emergentes de los sistemas complejos.
Resumiendo: es más que posible que mañana mismo suframos el impacto de un cisne negro. Que fijo que no es el que te imaginas o el que te esperas. Que, por eso, alma de cántaro, es un cisne negro.
Los cisnes negros implican crisis, impactos profundos, pero pueden tener consecuencias tanto positivas como negativas en la vida de las personas.
Para mí, por ejemplo, encontrarme con Gabi, mi profesor de filosofía fue un acontecimiento de estos. Él supo ver en mí lo que yo no veía, que tenía algún tipo de valor como estudiante en un momento en el que me encontraba profundamente solo y rechazado por mis iguales. Lejos de lo que podría parecer, aceptar que efectivamente tenía valor como persona no fue algo sencillo. Supuso que tenía que tomar duras decisiones para diferenciarme del resto, un resto que, hasta la fecha, me había dado seguridad porque era la única realidad que me resultaba conocida. Pero lo hice, y aquí estamos, dando por culo a ver si alguien también reacciona. Como le dé la gana —como me dejó a mí—, pero haciendo algo al respecto.
Es evidente que ambas situaciones (pasado y presente) están relacionadas, y todo por el hostión que me metió en la cabeza ese jodido cisne negro.
Así que, amigas y amigos, toca revisar la práctica de los servicios sociales a la luz de lo que implican las actitudes emergentes y los cisnes negros. Porque, si aceptamos la impredictibilidad como una característica esencial a la naturaleza de los seres humanos y de los sistemas relacionales formados por ellos, deberíamos ser mucho más prudentes a la hora de hacer pronósticos y basar nuestras decisiones en ellos.
Sencillamente, no vale eso.
A tomar por culo.
Qué a gusto me he quedado 😉
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
