[…] Porque, colega, estás hecha o hecho de relaciones y eso es justo de lo que vamos a hacer aquí, impartiéndote una materia que no está ni estará en las escuelas pero que el mundo necesita para hacer uso de su libertad. […]
Seguro que has escuchado una y mil veces que el éxito en la escuela y en la vida depende de tu esfuerzo, de las ganas que le pongas y de lo que estés dispuesta o dispuesto a sacrificar para lograr tus objetivos, ¿verdad?
Mis cojones morenos.
Esto es como una cebolla. Y el esfuerzo es la última de las capas, la que se mancha de tierra y la que se ve. Pero si afinamos un poco, podemos preguntarnos qué puede llevar a una persona a esforzarse por sus metas, mientras que otras son incapaces de concentrarse o hacer el mínimo esfuerzo en esa dirección.
¿Lo has pensado alguna vez?
Seguro que sí, pero probablemente no con la suficiente profundidad porque la respuesta es compleja, muy compleja, es no es nada fácil de elaborar.
De lo que sí estoy seguro, es que la respuesta tiene mucho que ver con las relaciones que tengas y que hayas tenido la suerte o la desgracia de tener.
Porque no es lo mismo que tu madre sea médico y tu padre abogado, a que sean ama de casa y peón de la [maldita] construcción. Porque no es lo mismo que te hayan educado rodeada o rodeado de libros, que hasta las 11 de la noche en la trastienda de un sucio bar. Porque no es lo mismo que el profe te mire con buenos ojos, porque tu familia es de las guays, a que pase de tu culo porque prediga —como si tuviera una bola de cristal— que no mereces la pena o que vas a fracasar.
Y este tipo de relaciones, con tu familia, con el equipo de profes, entre ellos y sabe dios, es lo que va a condicionar que tengas uno u otro destino o, al menos, que te sea más fácil o difícil llegar a él.
Hostia, Gorka, ¿y por qué nadie me lo ha explicado nunca así?
Yo qué sé. Igual es porque los seres humanos no estamos hechos para buscar la verdad, o porque preferimos enfocarnos en conservar el equilibrio, en vez de ayudarnos entre nosotros para estar un poco mejor.
La evolución no premia a los valientes y los fuertes como cabría esperar de las obras de Darwin o Nietzsche, sino a los que sienten el miedo y perciben a la amenaza llegar. Te guste o no, somos el resultado de una estirpe de cobardes que prefiere el status quo a cualquier tipo de molestia que comprometa su rutina práctica o mental.
Y eso es justo lo que te propongo con esta secuencia de materiales. Si, como espero, estás en esa edad comprendida entre los 12 y los 25 años, es el momento ideal para que te cuestiones las cosas que verdaderamente están detrás de tu forma de pensar, sentir o funcionar, no para que seas más feliz o te vaya mejor en la vida —eso me la pela— sino para que puedas sentirte más segura o seguro actuando en libertad: una libertad enfocada primero hacia ti misma o mismo, y luego hacia los demás.
Porque, como sabrás, existen dos tipos de libertad. A una la llamaremos libertad para hacer, y a la otra libertad de ser. La primera tiene que ver con lo que el mundo pone a nuestra disposición, y la segunda con el hecho elegir lo que verdaderamente nos conviene, nos parece justo o beneficia a la gente.
Esta segunda libertad es la que nos falta hoy en día, colega. Y es la que lleva al mundo entero al colapso, por ejemplo, negando o ignorando la existencia de un cambio climático que va a acabar con toda la humanidad. Quizás, porque es más cómodo seguir la misma inercia, que luchar con ahínco por el bien común. O porque nadie quiere ser la friki o el friki que dé un paso al centro y se diferencie del grupo, exponiéndose a las pedradas de la masa.
No sé cómo te ha llegado esto. Lo mismo estás diciendo que no, colega, que yo no soy así, que soy una tipa o un tipo íntegro, fiel a sus ideales y que sabe pensar.
Pues no.
No lo eres, porque no cuentas con la madurez biológica o los conocimientos necesarios. Porque existe una supraestructura que has dado por hecho o naturalizado y que no te cuestionas lo suficiente porque es “lo normal”. Y es eso, lo normal, lo que puede acabar con la humanidad y con tu libertad, eso sí, bajo la ilusión de que eres autónoma o autónomo y chupiguay, porque te ciñes a los parámetros de este mundo cabrón, que te quiere como un objeto de consumo, pero sin iniciativa ni valor.
Si fueras mínimamente consciente de todo esto inevitablemente sentirías una profunda incomodidad. Una incomodidad que es lo único que te puedo ofrecer. Tú decidirás si eres suficientemente fuerte para tolerarlo.
Porque, colega, estás hecha o hecho de relaciones y eso es justo de lo que vamos a hacer aquí, impartiéndote una materia que no está ni estará en las escuelas pero que el mundo necesita para hacer uso de su libertad.
¿Te vienes?
Te va a doler. Y no te va a gustar.
* Puedes usar los comentarios para hacer preguntas o reflexiones. Si la vida me lo permite, te contestaré.
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
Aunque duela, me apunto!.Qué bien sabes poner palabras a realidades a veces difusas Gorka.
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Gracias. Es una propuesta un poco loquilla, pero a ver qué sale!
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Brutal… Se lo he enviado a l@s cuatro adolescentes que tengo en casa 😉
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Espero que les guste y, sobre todo, que les sirva para cuestionarse un poco su realidad. Ya me contarás!
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