[…] Para que las personas estemos bien, tenemos que poder pasar de un estado a otro. Es decir, funcionar como perro, conejo, tigre y avestruz. Porque, al igual que es muy sabio colaborar con los demás, también lo es huir, luchar o separarse del cuerpo si estamos atrapados y no hay otra opción. A fin de cuentas, el mundo no es siempre tan seguro y amable como nos gustaría que fuera, ¿verdad? […]
Bueno. Abajo lo explico mejor 😜
En el interior de todas, todas las personas del mundo, conviven 4 animales: un perro, un conejo, un tigre y un avestruz.

El PERRO es muy majo y colaborador. Está pendiente de los demás sentir y comprender lo que les pasa, gustarles, y colaborar para que las cosas vayan bien. Se siente seguro y en calma, con la sensación de que el mundo es un lugar amable, repleto de buenas personas que, como él, saben y quieren cuidar.

El CONEJO es pequeño, con las orejas grandes para detectar el peligro y las patas muy fuertes para correr a toda velocidad. Es muy sensible a los ruidos que anticipan los predadores, como, por ejemplo, el aleteo de un águila o los pasos de un zorro. Permanece alerta para salir disparado si las cosas se ponen mal. Para él, el mundo es un lugar peligroso, pero confía en la fuerza de sus patas para ponerse a salvo. En consecuencia, se siente seguro allí.

El TIGRE es enorme, con los músculos fuertes, dientes terribles, y garras que pueden herir con facilidad. Si siente el riesgo, ruge, y si el peligro no desaparece está dispuesto a matar. Confía en el terror que genera, en su peso y fuerza para doblegar a sus enemigos, y está dispuesto a atacar. Para el tigre, es importante dar el primer golpe, porque marca el resultado de la pelea. Como has podido imaginar, siente que el mundo es peligroso, repleto de bestias, pero también sabe que es fuerte, capaz de imponerse por su valor, arranque, fiereza y fuerza de voluntad.

El AVESTRUZ es grande, pero se siente muy pequeñita e indefensa. Si está acorralada, mete su cabeza debajo de la tierra, dejando su cuerpo expuesto ante lo que pueda pasar. Cuando se refugia en la oscuridad, su mente vuela lejos de allí, se separa de su cuerpo, e imagina un lugar mejor, donde es un conejo o un tigre que se saben y se pueden defender. Eso le ayuda a soportar la situación y, si se produce un ataque, a no sentir el dolor. Sin embargo, cuando saca la cabeza de la tierra se queda con una sensación muy mala, porque sabe que, cuando peor se pusieron las cosas, se quedó bloqueada y no se pudo proteger.
Los animales reaccionan así no sólo ante lo que pasa FUERA, sino también ante lo que pasa DENTRO de nosotros. El conejo puede huir de alguien que siente que le va a causar daño, o de una sensación del cuerpo que le resulta desagradable como, por ejemplo, la presión en el pecho, un nudo en la garganta o una presión en la boca del estómago. El tigre puede atacar a un competidor agresivo, pero también volverse contra uno mismo, por ejemplo, en forma de autoexigencia o culpa. Y el avestruz puede enterrar su cabeza si está entre la espada y la pared o, entre otras cosas, si tiene que tomar una decisión cuyo resultado, sea cual sea, presiente que no le va a gustar.
Para que las personas, niños, niñas o mayores, estemos bien, tenemos que PODER pasar de un estado a otro. Es decir, funcionar como perro, conejo, tigre y avestruz. Porque, al igual que es muy sabio colaborar con los demás, también lo es huir, luchar o separarse del cuerpo si estamos atrapados y no hay otra opción. A fin de cuentas, el mundo no es siempre tan SEGURO y AMABLE como nos gustaría que fuera, ¿verdad?
Sin embargo, a veces, nos quedamos ATASCADOS en el conejo, el tigre o el avestruz; y ahí es justo donde las cosas empiezan a ponerse mal, porque el sufrimiento deja de ser una ALARMA del cuerpo para ser un ESTADO VITAL. Entonces, sentimos que SOMOS ese animal; y eso nunca, nunca, nos viene bien. Porque el conejo, que se sentía fuerte utilizando sus patas, empieza a sentirse pequeño y cobarde, y que las cosas no le van a ir bien. El tigre, que se sentía poderoso con sus músculos y sus garras, empieza a percibir que sólo puede hacerse daño a sí mismo y, sobre todo, a los demás. Y el avestruz, puede llegar a excavar un pozo muy profundo del que al final no puede salir.
Pero, ¿por qué nos atascamos en un animal?
Hay muchas razones, y cada cual tiene las suyas, pero normalmente es porque el mundo o nosotros mismos NO NOS TRATAMOS BIEN. Es decir, que no hay suficientes perritos a nuestro alrededor, y que hemos olvidado que nuestro perrete sigue ahí, esperando su oportunidad de salir.
Cuando nos atascamos en el conejo nos decimos «soy un cobarde»; cuando nos pasa en el tigre que «somos malos o culpables»; y cuando permanecemos en el avestruz que «no hacemos nada para defendernos o para protegernos a nosotros mismos o a los demás»; sin entender que no somos nosotros los que elegimos nuestros estados, sino que se activan desde FUERA DE NUESTRA FUERZA DE VOLUNTAD. Y que, cuanto más crueles somos con esos animales, más tensión y peligro sienten, reafirmándose en su forma de funcionar porque, para ellos, es la única que puede ser.
¿Cómo salir de ahí?
Hay muchas formas de hacerlo pero, lo más inteligente, es chequear nuestro cuerpo y observar en qué estado estamos, aceptándolo como algo contra lo que no tiene sentido luchar. ¿Estoy en modo conejo? ¿Tigre? ¿O avestruz? Y decirnos que nosotros también tenemos derecho, como todo el mundo, a estar ahí.
Ayuda mucho también, recordarnos que nosotros NO SOMOS ESE ANIMAL, sino todos ellos: el perrete, el conejo, el tigre y el avestruz. Y que las reacciones de nuestro cuerpo no nos definen, porque no están bajo nuestro control.
Es muy inteligente acompañar las sensaciones del cuerpo que se activan cuando estamos conectados con cualquier animal. Observándonos por dentro, sintiendo cómo está nuestro cuerpo, mirándolo con curiosidad, podemos ayudarle a liberar tensiones, siendo conscientes de que esos estados van cambiando, comunican lo que necesitan y pueden fluir.
Podemos también —si se puede— tratar de recordar momentos en los que hemos sido otro animal. Y, entonces, conectar con las sensaciones que esos recuerdos evocan, muchas veces de fortaleza, control y seguridad. Porque, siempre, siempre, digo siempre, ha habido experiencias con los 4 animales, y eso está bien.
Sin embargo, a veces estamos sufriendo tanto que, solas o solos, no podemos salir. Entonces, sólo vale que se nos acerque un perrete, moviendo la cola y chupándonos con alegría, para sentir, con mucho gustito, que nosotros también ESTUVIMOS, NOS MERECEMOS y PODEMOS estar así. Entonces, sólo nos queda abrir las ventanas a esa ayuda, y dejar que entre lo bueno para recordarnos que esa CALMA y esa SEGURIDAD que necesitamos sigue dentro, esperando, justo ahí.
Se trata, entonces, de CUIDAR del conejo para que se sienta acompañado, protegido, y se pueda relajar y dormir. Al tigre, para que se sienta parte de una manada que le protege, y se tumbe al sol. Y al avestruz, acariciando su cuello, para que, poco a poco, vaya recordando que su cuerpo está a salvo y sigue ahí. Y, claro, al perrete, para que sienta que lo que sirve a todos sus amiguitos es justo lo que puede, sabe y quiere hacer bien.
Que todos descansen. Que recuperen su esplendor. Porque, más pronto que tarde, los vamos a necesitar.
No lo sé, ¿se entiende así?

Os dejo UN REGALO: unas cartas para ayudar a las niñas y niños a PENDULAR entre los diferentes estados. Descarga libre aquí:
Si te interesa profundizar un poco, mira lo que hemos hecho una compañera y yo: https://educacion-familiar.com/2021/03/14/aplicando-la-teoria-polivagal-iria-paredes-martinez-video/
Referencias:
DANA, D. (2019). La teoría polivagal el terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación. Barcelona: Eleftheria
PORGES, S.W. (2017). Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria
LEVINE, P. A. y KLINE, M. (2017) Tus hijos a prueba de traumas. Una guía parental para infundir confianza, alegría y resiliencia. Barcelona: Eleftheria
SIEGEL, D. (2012). El cerebro del niño. Barcelona: Alba Editorial
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Como siempre haciendo sencillo hasta lo mas complejo. Mil gracias Gorka!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias! Me ha encantado recibir eso ❤️
Me gustaMe gusta
Muchísimas gracias!! ideal para explicar a los niños, Gracias por el regalo. Gracias por sintetizar didacticamente la teoría polivagal. Te has puesto en contacto con Deb Dana. Seguro que le encanta tu aportación.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Se me acaba de atragantar la merienda… pero gracias por tus palabras 😊
Me gustaMe gusta
Grande Gorka… súper sencillo de entender, lo explicaré así en consulta con tu permiso. Meha encantado.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Grande Gorka… súper sencillo de entender, lo explicaré así en consulta con tu permiso. Meha encantado.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Intervenir hacia la seguridad – educación familiar
Pingback: A mala leche con los dientes: una secuencia de interacción – educación familiar
Pingback: Una pregunta incómoda – educación familiar
Pingback: Necesidades y estados del sistema nervioso autónomo – educación familiar