Una caja de cerillas es todo lo que necesitas para mejorar la convivencia en casa. Pasa sin llamar ¡adelante!
… A partir de 8 años
* Por respeto a las personas implicadas, alteramos la información del caso para impedir que se identifique a los protagonistas.
Carla era una mujer ecuatoriana que había reagrupado recientemente a su hija Paula, de 15 años. Ambas vivían en un pequeño piso de un pueblo cercano a Bilbao. Cuando les conocí estaban a torta limpia. La casa se había convertido en un verdadero campo de batalla.
La realidad es que la adolescente tenía muchos motivos para estar enfadada con su madre, y se lo hacía saber a todas horas. No respetaba los horarios ni las normas, empezaba a coquetear con las drogas, y reaccionaba con violencia a cualquier intento de su madre para conectar o para mantener una mínima disciplina en casa.
La madre estaba sobrepasada con la situación. A ratos trataba de dar explicaciones a su hija y hacerle entender su postura, otras veces intentaba comprenderla y conectar con sus emociones, y a menudo intentaba imponer la disciplina con todas sus fuerzas. Nada funcionaba. La desesperación le había llevado a perder el control y pegar en dos ocasiones a su hija.
Tras varias sesiones con una y con la otra, y habiendo confirmado que ambas confiaban en mi criterio, les propuse un experimento muy sencillo que produjo los cambios necesarios para comenzar una intervención profunda y de éxito.
Llevé una caja de cerillas (de las grandes) a la casa. Junto con unas cuantas tarjetas con emoticonos que representaban las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa, vergüenza y rechazo. Expliqué que todos sentimos cosas que nos acercan o nos alejan de los demás. Que no está bien ni mal sentir esas cosas, pero que es importante que hagamos lo posible por reparar las relaciones cuando pensamos que se han dañado.
La tarea de Paula iba a ser sencilla. Cada vez que sintiese alguna de esas emociones hacia su madre, tan sólo tenía que coger una de esas tarjetas y escribir detrás algo que le permitiese recordar la situación que había vivido. Después, tenía que meter la tarjeta en la caja de cerillas. Sólo eso. En una semana analizaríamos todos juntos los resultados.
Durante la siguiente sesión la madre me dijo que, aunque no se lo explicaba, las cosas habían cambiado mucho. Durante los últimos 7 días había percibido a su hija más centrada y relajada. Aunque las discusiones no habían cesado, su intensidad había bajado mucho. Buena señal.
Los experimentos son una forma fantástica de introducir pequeños cambios que mejoren las relaciones. Analizar los resultados con los implicados es una fantástica forma de profundizar en lo que pasa
Nos sentamos en el salón, y sacamos la caja de cerillas. La adolescente había introducido 3 tarjetas. La primera, enfado. En el reverso, “el martes cuando me dejaste sola y te fuiste con los amigos”. Hice preguntas a la madre en relación a lo ocurrido, tratado que se pusiese en el lugar de su hija y comprendiese sus sentimientos. Cuando lo hizo, le dije a la niña que, si consideraba que la emoción había desaparecido de su cabeza, podía coger una cerilla y quemar la tarjeta. Y con el fuego se le escaparon un par de lágrimas.
La calidad de las relaciones no tiene tanto que ver con cómo hacemos las cosas, sino de nuestra capacidad para reparar el daño podamos causar
Repetimos el ejercicio con las otras dos tarjetas: “rechazo” y “miedo”. Al marchar, les pedí a ambas que me dijesen cómo se quedaban. Ambas coincidieron al decir que más tranquilas.
Cuando llegué a casa el día siguiente, la madre me pidió hablar a solas en la cocina. Estaba alucinando. Desde que había vuelto de Ecuador no había visto a su hija así. Estaba haciendo caso, y respetando las normas de casa. Se había quedado el sábado viendo una película con ella, y había dicho que “no le apetecía” salir con sus amigos. Me emocioné un poquito, le di la enhorabuena, y tratamos de analizar juntos qué había pasado. Estaba maravillada con los resultados del ejercicio, y con una gran curiosidad por lo que su hija había guardado esta semana en su Caja de los Rollos.
Y tú ¿qué crees que fue lo que motivó tan importante cambio? ¿crees que podría servirte hacer este ejercicio en casa? Si tienes ganas no pierdas la oportunidad ¡y ponte a ello!
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
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El trabajar a este nivel con familias te ofrece de vez en cuando regalos maravillosos como éste. Yo me siento muy privilegiada de poder desempeñar una profesión que me da la oportunidad de acompañar a tantas personas en su proceso de crecimiento personal.
Y es que a veces la clave está en ofrecer un nuevo contexto, una herramienta con la que tengan la oportunidad de comunicarse de manera diferente, y desde ahí desterrar prejuicios y elementos contaminantes y tóxicos que dificultan la búsqueda de una solución.
Gracias por compartir.
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Gracias de nuevo, Gema. No tengo nada que añadir. Estoy al 100% de acuerdo contigo. Saludos!
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